Si esto es un hombre
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Octubre 1944 (fragmentos del capítulo)
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Porque esta campana suena siempre al alba, y entonces es la diana, pero cuando suena a media jornada quiere decir Blocksperre, encierro en la barraca, y esto sucede cuando hay selección, para que nadie se sustraiga a ella, y cuando los seleccionados salgan hacia el gas, para que nadie los vea partir.
[...] Aquí, delante de las dos puertas, está el árbitro de nuestro destino, que es un suboficial de las SS. Tiene a la derecha al Blockältester, y a la izquierda al furriel de la barraca. Cada uno de nosotros, saliendo desnudos del Tagesraum al frío aire de octubre, debe dar corriendo los pocos pasos que hay entre las puertas delante de los tres, entregar la ficha al SS y entrar por la puerta del dormitorio. El SS, entre las dos pasadas sucesivas, decide la suerte de cada uno y entrega la ficha al hombre que está a su derecha o al que está a su izquierda, y esto es la vida o la muerte de cada uno de nosotros.
[...] Antes de que la selección haya terminado, todos saben ya que la izquierda ha sido efectivamente la "schalechte Seite", el lado infausto. Hay, naturalmente, irregularidades: René, por ejemplo, tan joven y robusto, ha terminado en la izquierda: quizás porque tiene gafas, quizás porque anda un poco encorvado como los miopes, pero más probablemente por un simple descuido.
[...] En nuestra barraca, la selección ha terminado, pero continúa en las otras, por lo que ahora estamos en clausura. Pero puesto que han llegado los bidones de potaje, el Blockältester decide proceder sin más a su distribución. A los seleccionados se les distribuirá una ración doble. No he sabido nunca si ésta sería una iniciativa absurdamente compasiva del Blockältester o una explícita disposición de los SS, pero de hecho, en el intervalo de dos o tres días (también a veces mucho más largo) entre la selección y la partida, las víctimas de Monowitz-Auschwitz disfrutan de este privilegio.
Ziegler presenta la escudilla, recibe la ración normal y se queda esperando. "¿Qué más quieres?" le pregunta el Blockältester : no le parece que a Ziegler le toque suplemento, lo aparta de un empujón, pero Ziegler vuelve e insiste humildemente; me han puesto de verdad a la izquierda, todos lo han visto, que vaya el Blockältester a consultar las fichas: tiene derecho a ración doble. Cuando la ha conseguido, se va tan tranquilo a la litera y empieza a comérsela.
Ahora todos están raspando atentamente con la cuchara el fondo de la escudilla para sacar las últimas pizcas de potaje, y se forma un trasteo sonoro que quiere decir que la jornada ha terminado. Poco a poco, prevalece el silencio y entonces, desde mi litera que está en el tercer piso, se ve y se oye que el viejo Kuhn reza, en voz alta, con la gorra en la cabeza y oscilando el busto con violencia. Kuhn da gracias a Dios porque no ha sido elegido.
Kuhn es un insensato. ¿No ve en la litera de al lado a Beppo, el griego que tiene veinte años y pasado mañana irá al gas, y lo sabe, y está acostado y mira fijamente a la bombilla sin decir nada y sin pensar en nada? ¿No sabe Kuhn que la próxima vez será la suya? ¿No comprende Kuhn que hoy ha sucedido una abominación, que ninguna oración propiciatoria, ningún perdón, ninguna expiación de los culpables, nada, en fin, que esté en poder del hombre hacer, podrá remediar ya nunca?
Si yo fuese Dios, escupiría al suelo la oración de Kuhn.
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Comentario: Sé que aún me queda mucho por leer sobre la llamada literatura del holocausto. He leído libros estremecedores sobre el tema, pero la trilogía que compuso Primo Levi, relatando su propia experiencia, me ha impactado como ningún otro libro lo había hecho. Levi, cuenta, como en una crónica, la vida en el campo de concentración sin centrarse en su persona y sin apabullarnos con el sufrimiento. Son pequeñas partes de un todo horroroso, que aún sobrecoge más, porque, por momentos, puedes pensar que estás leyendo una novela, y de repente, el dato terrible, sin aspavientos, te lleva a una realidad que no por no haberla vivido, encuentras más soportable. Lo absurdo de la vida que se llevaba, la degradación de las personas más enteras, queda reflejada en la parte final de este fragmento, y también la inagotable esperanza de conservar la vida, más allá de cualquier otra finalidad ni consideración. Y sin embargo, Primo Levi se suicidó, más de 40 años después de haber sobrevivido al horror, al frío, al hambre, y a las cámaras de gas.
Más sobre su vida y obra: http://es.wikipedia.org/wiki/Primo_Levi
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