El Arte de Amar
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En el Circo
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Y no pierdas de vista la carrera de caballos prestigiosos: el Circo, que da cabida a tanta gente, ofrece muchas ventajas. No hay necesidad de hacer signos con los dedos para transmitir recados ni tienes que mover la cabeza para dar a entender que has recibido un mensaje. Siéntate al lado de tu dueña, si nadie te lo impide; acerca tu costado al suyo todo lo que puedas, sin miedo, puesto que, aunque tú no quieras, la estrechez de los asientos obliga a juntarse y por imposición del lugar has de rozar a la joven. Entonces busca la ocasión para empezar una charla amistosa y sean palabras triviales las que den comienzo a la conversación. Trata de preguntarle con mucho interés de quién son los caballos que se acercan, e inmeditamente apoya al auriga que apoye ella, cualquiera que sea. Y cuando aparezca la nutrida procesión con las imágenes en marfil de los dioses celestiales, aplaude con mano calurosa a la soberana Venus; y, como suele suceder, si algo de polvo cayera por casualidad en el regazo de la joven, sacúdeselo con los dedos, y aunque no haya polvo ninguno, sacúdeselo de todas formas, como si lo hubiera: cualquier cosa te puede servir para mostrar tu amabilidad; si el manto le cuelga y le arrastra por tierra, recógeselo y álzalo deprisa del inmundo suelo; después de lo cual y en premio por tu amable gesto, tendrás la suerte de contemplar, sin que se oponga a ello la joven, sus piernas con tus propios ojos.
Aparte de eso, mira hacia atrás, no vaya a ser que el que está sentado detrás de vosotros, quienquiera que sea, empuje y apoye sus rodillas en la delicada espalda de ella. Los pequeños detalles cautivan a los espíritus sensibles: a muchos les ha sido útil mullir el cojín con mano habilidosa; les fue también provechoso agitar una tablilla para darle un poco de aire y poner un hueco escabel debajo de su tierno pie. Estas son las ocasiones que para conseguir un nuevo amor te brindará el Circo, asi como el foro bullicioso en el que se esparce la funesta arena. En esa arena ha luchado más de una vez el hijo de Venus, y aquel que contemplaba las heridas fue herido a su vez; mientras hablaba, tocaba su mano, le pedía un programa y deseaba que venciera uno de los dos luchadores -aquel por el que había apostado- lanzó un gemido al sentirse vulnerado, víctima de una alada saeta, y él mismo fue parte del espectáculo que estaba contemplando.
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Comentario: Es solo el principio del recorrido que hace Ovidio por la Ars Amatoria. Todo un tratado, minuciosamente estudiado y escrito. Enseña por igual a hombres y mujeres como actuar para conquistar, conseguir, retener, y también engañar, a la persona objeto de nuestro deseo y/o amor.
Para su desgracia, coincidió en el tiempo con Augusto, que se había propuesto erradicar la vida licenciosa en que se había instalado la nobleza de Roma. Un libro que enseñara los entresijos y argucias sexuales no sería, precisamente, lo que más agradara al Emperador. Aunque el origen nobilísimo de Ovidio le evitó la deportatio, fue condenado a la relegatio que no comportaba la pérdida de la ciudadanía romana ni de sus bienes. Ni Augusto ni su sucesor, Tiberio le perdonaron jamás y Ovidio no pudo volver a su amada Roma.
El autor: Nació en Sulmona, en la Italia central, no muy lejos de Roma, en el año 43 a.C. Era un tiempo singularmente convulso políticamente; es el momento del final irrevocable de la República Romana que es aplastada por el triunvirato constituído por Marco Antonio, Octavio y Lépido. De su fracaso nacería otra etapa; la de Augusto, que volvería a instalar la realeza. Ovidio dejó de lado aquellas profesiones para las que le habían preparado, la política y el derecho, en favor de la literatura que no le obligaba a someterse a la voluntad asimiladora del prepotente Augusto. Le costó caro, pero no antes de haber publicado algunas grandes obras: Fastos, Metamorfosis, Heroidas, Tristia y Pontica, Ars Amatoria y Amores, entre otras. Como ya he dicho, fue desterrado a Tomis, donde murió, lejos de toda su familia, el año 17 d.C.
6 comentarios:
Trenzas, no sabes que alegria me dio verte en mi espacio... siempre es bueno recibirte.
Me llevo el dato de este trabajo para buscarlo y leerlo.
Te abrazo
MentesSueltas
Interesante fragmento, a Ovidio lo conocía de leerlo en clase pero no recuerdo que me llamara la atención como lo ha hecho ahora en este post; también creo que no es bueno apoyar los gustos de la persona pretendida...tarde o temprano apareceran las diferencias.
BBbrrrfffff...cuando paso por aqui, me entran unas ganas locas de leer y releer, espero conseguirlo un día:)
UN PETÓ MOLT GRAN
Mentes sueltas: Gracias a ti, amigo.
Poco a poco voy logrando un poco más de tiempo para el blog y para los amigos. Seguro que me verás mucho más a menudo.
Un abrazo cariñoso, amigo.
Imagine Photographers: En clase nunca resultan tan interesantes los clásicos :)
Si se trata de encontrar una compañera/o en el sentido actual de las relaciones, desde luego que es mejor que las dos partes tengan ideas propias para no aburrirse mortalmente :DD
Lo que propone Ovidio en este momento del libro, es una forma de encontrar un "ligue" ocasional. Sería el equivalente al tipo que se acerca a una chica en la discoteca y le dice: "Oye, ¿no nos hemos visto antes...?" Y si sale, vale.
Otra cosa muy distinta era el matrimonio. En ese estado ya no le era necesario al hombre darle la razón a la mujer en nada, aunque la tuviera, porque la mujer apenas contaba, salvo honrosas excepciones.
Cada época tiene un contexto distinto, ya sabes.
Moltes abraçades, amics...!
Es verdad, antes la opinión de la mujer no importaba mucho,he quedado ilustradísimo:)
Intentare aplicar estas enseñanzas, si llegara el caso je je...
Multiiissims petonet i un farcell de bons desitjos de tots tres
Imagine: ¡Uyssss...! No sé si habré hecho bien dándote más ideas
:DD
¡Besos grandes...!
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