29 diciembre 2008

Acabar otro año

Estas son las segundas fiestas navideñas que pasa este blog en vuestra compañía. Cuando lo estrené no pensaba que durase tanto, pero sin querer, o queriendo, ya han encontrado sitio 158 libros y unas cuantas entradas personales.
En cuanto a los libros, ni mucho menos están todos aquellos de los que me gustaría hacerme eco. Aún quedan en mi biblioteca unos 2.000 textos más, que van aumentando en la medida que sitio y presupuesto me lo permiten, pero creo que este espacio ya ha cumplido su propósito.
No estoy segura de la decisión que tomaré. Tal vez lo conserve tal cual, lo abra a otros temas, o lo cierre.
De momento estoy en un mar de confusiones :)
Pero nada me impide, desearos un Feliz Año 2009.
Y ya veremos.

23 diciembre 2008

¡Felices Fiestas....!

Os deseo la mejor Navidad posible y aunque este año las palabras de mi postal no son mías, reflejan exactamente lo que me gustaría que la vida os ofreciera a cada paso de vuestra vida.
¡Muchas gracias por vuestras palabras, por vuestra compañía y por ser como sois, todos y cada uno!
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Aquí la tenéis, con mi cariño.
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17 diciembre 2008

David Albahari

Goetz y Meyer
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Goetz y Meyer. Nunca llegué a verlos, así que sólo puedo imaginarlos. En este tipo de parejas, uno suele ser alto y el otro bajo, pero como los dos eran suboficiales de las S. S., cabe imaginar también que los dos serían más bien altos, y tal vez hasta midiesen lo mismo. Supongo que las normas de admisión en las filas de las S. S. eran especialmente rigurosas y no debían aceptar a nadie por debajo de cierto límite. Uno de ellos, afirman los testigos -entraba en el campo, jugaba con los niños y los tomaba en brazos, y hasta les regalaba caramelos de chocolate. Hace falta poca cosa para imaginar un mundo distinto, ¿verdad? Luego Goetz, o bien Meyer, regresaba a la cabina del camión para emprender viaje de nuevo. No se trataba de un trayecto largo, pero Goetz, o Meyer, no eran precisamente primerizos en su trabajo. Si bien su tarea no era de gran envergadura - no se trataba más que de cinco mil almas - razones de ahorro exigían que el trabajo lo efectuaran unos mandos bastante curtidos. Es muy probable que Goetz y Meyer llevasen algunas medallas colgadas en sus guerrreras de suboficial, no me sorprenderia. Lo que sí me sorprendería es que uno de ellos llevara bigote. No puedo imaginar a Goetz ni a Meyer con bigote. A decir verdad, no logro imaginarlos de ninguna manera, con o sin bigote. Claro que lo más sencillo sería acudir a los lugares comunes: pelo rubio, tez clara, mejillas pálidas y mirada de acero; pero con ello sólo demuestro que me dejo influir por la propaganda. La raza elegida era un proyecto en marcha, y Goetz y Meyer no eran más que un eslabón de una cadena proyectada hacia un porvenir lejano. ¡Pero menudo eslabón! A veces la verdadera base de un edificio inmenso está hecha de tareas pequeñas como la suya; la solidez de los cimientos dependerá de que se ejecuten convenientemente dichas tareas. No digo que Goetz y Meyer fueran conscientes de ello, y quizá hasta se esmeraban en lo suyo igual que lo hubieran hecho en cualquier otro cometido, pero es indudable que sabían en qué consistía su trabajo: su misión, concretamente, pues así la llamaban; y era en efecto una misión, un mandamiento, una orden; no podemos evitar aquí la terminología militar. Y es que Goetz y Meyer son militares, no se puede cuestionar su lealtad para con el Reich y el Führer. Incluso cuando entra en el campo y levanta a los niños en brazos, muy alto, Goetz, o Meyer, no piensa en lo que vendrá después.
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Comentario: Este es un libro estremecedor, de no muy fácil lectura, en todos los sentidos. Wilhem Goetz y Erwin Meyer eran dos de los conductores de los tristemente famosos camiones-cámara de gas, conocidos como "morideros del alma" Casi toda la familia del autor murió dentro de ellos junto con otras cinco mil personas, en su mayoría ancianos, mujeres y niños, todos ellos judíos. Se hacía creer a los prisioneros que esos camiones los conducían fuera de Belgrado hacia asentamientos en Rumanía o Polonia, donde por fin serían liberados y esa convicción era suficiente para que esperaran con impaciencia que llegara su turno y ocupar su plaza en el transporte liberador. En realidad, su viaje solo duraba 15 kilómetros; algo más de lo que se necesitaba para que todos estuvieran muertos, mediante un sencillo mecanismo que solo requería introducir los gases del tubo de escape dentro de la caja del camión, ajustando el tubo a un orificio ad hoc.
Poco a poco, saltando en la narración, Albahari nos pone delante de los ojos una crueldad tan fría, tan calculada, que apenas puede concebirse.
El autor: Nació en Pec, Serbia. Es de origen judío y el escritor serbio vivo más conocido en el mundo. Estudió Literatura Anglo-Americana, vive en Canadá y publicó su primer libro de relatos en 1973. Editor y traductor, su propia obra se ha traducido a más de quince idiomas y ha merecido numerosos galardones y premios entre los que cabe destacar el Ivo Andric y el Premio a la mejor novela del año en Serbia con El Anzuelo. Con Goetz y Meyer, escrita en 1998, se consolidó como escritor a nivel mundial.

14 diciembre 2008

Ramon Barce

Esta mañana ha muerto Ramón Barce.
Por encima de una pérdida tan grande para la música, está la inmensa pena que sentimos toda la familia. Ramón era mi primo y no puedo sino dejar aquí mi sentimiento profundo y mi recuerdo emocionado para un hombre que era todo bondad y sencillez.
Hasta siempre, Ramón.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ram%C3%B3n_Barce

10 diciembre 2008

Antoine de Saint-Exupéry

El Principito
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XIII. El Hombre de Negocios
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El cuarto planeta era el del hombre de negocios. El hombre estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza cuando llegó el principito.
-Buenos días -le dijo éste-. Su cigarrillo está apagado.
-Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, ventidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. ¡Uf! Da un total, pues, de quinientos un millones seiscientos ventidós mil setecientos treinta y uno.
-¿Quinientos millones de qué?
-¡Eh! ¿Estás siempre ahí? Quinientos millones de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con tonterías. Dos y cinco, siete...
-¿Quinientos millones de qué? -repitió el principito, que nunca en su vida había renunciado a una pregunta, una vez que la había formulado.
El hombre de negocios levantó la cabeza:
-En los cincuenta y cuatro años que habito este planeta, sólo he sido molestado tres veces. La primera fue hace ventidós años por un abejorro que cayó Dios sabe de dónde. Produjo un ruido espantoso y cometí cuatro errores en una suma. La segunda fue hace once años por un ataque de reumatismo. Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverme. Yo soy serio. La tercera vez... ¡Hela aquí! Decía, pues, quinientos un millones...
-Millones de qué?
El hombre de negocios comprendió que no había esperanza de paz.
-Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo.
-¿Moscas?
-Pero no, cositas que brillan.
-¿Abejas?
-¡Pero no! Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar.
-¡Ah! ¿Estrellas?
-Eso es. Estrellas.
-¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?
-Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy serio, soy preciso.
-¿Y qué haces con esas estrellas?
-¿Qué hago?
-Sí.
-Nada. Las poseo.
-¿Posees las estrellas?
-Sí.
-Pero he visto un rey que...
-Los reyes no poseen; "reinan". Es muy diferente.
-¿Y para qué te sirve poseer estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y para qué te sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.
-Este, se dijo el principito, razona un poco como el ebrio. Sin embargo, siguió preguntando.
-¿Cómo se puede poseer estrellas?
-De quién son? -replicó, hosco, el hombre de negocios.
-No sé. De nadie.
-Entonces son mías, pues soy el primero en haberlo pensado.
-¿Es suficiente?
-Seguramente. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: Es tuya. Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas.
-Es verdad -dijo el principito- ¿Y qué haces tú con las estrellas?
-Las administro. Las cuento y las recuento -dijo el hombre de negocios - Es difícil. ¡Pero soy un hombre serio!
El principito no estaba satisfecho.
-Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas!
-No, pero puedo depositarlas en el banco.
-¿Qué quiere decir eso?
-Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis estrellas. Y después cierro el papelito bajo llave, en un cajón.
-¿Es todo?
-Es suficiente.
Es divertido, pensó el principito. Es bastante poético. Pero no es muy serio.
El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
-Yo -dijo aún -poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor, que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas...
El hombre de negocios abrió la boca pero no encontró respuesta y el principito se fue.
Decididamente las personas mayores son enteramente extraordinarias, se dijo simplemente a sí mismo durante el viaje.
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Comentario: "El Principito" se publicó en 1943, sólo un año antes de la muerte de su autor. Y no es una casualidad que se reedite continuamente ni que se haya traducido a 180 idiomas y lenguas. Los personajes a los que el Principito conoce en su breve estancia en este planeta, aunque un tanto extraños para él, son perfectamente conocidos por nosotros. El rey, el farolero, el mercader, el geógrafo... Y este hombre de negocios que quiere apoderarse de las estrellas para comprar más estrellas, tienen su réplica en el mundo real. Y casi todos le parecen absurdos al Principito ¡Tanto trabajo inútil...! ¡Tanto descuido de lo verdaderamente importante...!
El autor: Vale la pena leer su biografía más extensamente de lo que yo pueda decir:

07 diciembre 2008

Luis García Montero

Miércoles. Día del Espectador
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No se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.
La película es mala,
las sombras buscan cuerpos para encontrar deseos,
se oyen voces de actores,
imágenes dudosas,
pero los labios son materia viva
en las butacas observadas
y los botones pierden su vergüenza.
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Suena un disparo inútil,
la camisa deshecha,
la mano que naufraga entre los muslos.
Se persiguen dos coches por tus hombros
y estalla un edificio,
una lengua de fuego en la ventana,
llamas que desesperan vientre abajo,
el pelo negro por la mano abierta,
negro como la vida en la pantalla,
como el silencio del actor que mira,
del acomodador,
del público encendido.
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Ya no tienen edad para estas cosas,
comenta el matrimonio de la última fila.
Y pienso que es verdad. No se descarta,
no se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.
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Comentario: El sentimiento amoroso da vida a este volumen, "Completamente viernes" , de García Montero. Lo he disfrutado porque parecía que el amor estaba desterrado de los libros de poemas en estos últimos tiempos y siempre viene bien recordar aquello de que "el amor mueve el mundo" y la poesía lo ayuda :)
El autor no necesita presentación alguna. Es suficientemente conocido y apreciado en todos los campos literarios en los que se mueve y ha recibido por ellos tantos galardones que es casi imposible no recordarle.
No obstante...

02 diciembre 2008

Sam Savage

Firmin
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Fragmento del capítulo 1
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Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico: como "Lolita , luz de mi vida, fuego de mis entrañas", de Nabokov; y, si no me salía nada lírico, algo arrollador, como "Todas las familias felices se asemejan, pero cada familia desdichada es desdichada a su manera", de León Tolstói. La gente recuerda estas palabras incluso cuando ya ha olvidado todo lo demás que hay en el libro. En lo tocante a frases de apertura, la mejor, a mi modo de ver, es el comienzo de El buen soldado, de Ford Madox Ford: "Este es el relato más triste que nunca he oído". Docenas de veces lo habré leído, y sigue dejándome patidifuso. Ford Madox Ford era uno de los Grandes.
En toda una vida de esfuerzos por escribir, con nada he luchado más varonilmente -sí, esa es la palabra -que con las aperturas. Siempre me ha parecido que si esa parte salía bien el resto seguiría de modo automático. Concebía la primera frase como una especie de útero semántico repleto de atareados embriones de páginas sin escribir, resplandecientes pepitas de ingenio, ansiosas de nacer. De ese gran recipiente fluiría, por así decirlo, el relato completo. ¡Qué desilusión! Ocurrió exactamente lo contrario. Y no es porque escaseen las buenas frases de arranque. Deléitese usted en ésta, por ejemplo: "Cuando sonó el teléfono, a las tres de la madrugada, Morris Monk supo antes de levantar el aparato que la llamada era de una dama, y algo más: que decir damas es decir problemas" O ésta: "Poco antes de que lo descuartizaran los sádicos soldados de Gamel, el coronel Benchley tuvo un vislumbre de la blanca casita de campo del Shropshire, con la señora Benchley a la puerta y los niños" O ésta: "París, Londres, Djbuti, todo le parecía irreal ahora, sentado entre las ruinas de otra cena más de Acción de Gracias, con su madre, su padre y el idiota de Charles" ¿Quién puede permanecer insensible ante unas frases así? Tan preñadas están de significado, tan, oso decirlo, tan a punto de reventar de significado, que es como si las hincharan capítulos enteros sin escribir que llevan dentro: sin escribir aunque ya presentes.
Pero, ay, en realidad no eran más que burbujas, falsas ilusiones todas ellas.Cada una de esas frases maravillosas, repletas de promesas, era como una caja envuelta para regalo en manos de un niño anhelante, una caja que nada contiene, sino piedrecillas y trozos de basura, a pesar del ruido tan seductor que hace al agitarla. ¡El niño piensa que son caramelos! Yo pensaba que eran literatura. Todas esas frases -y otras muchas, también -resultaron no ser trampolines de lanzamiento hacia la gran novela sin escribir, sino barreras insuperables. Comprende usted, eran demasiado buenas. Nunca logré situarme a su altura. Hay escritores que nunca logran igualar su primera novela. Yo nunca pude igualar mi primera frase. Y mírenme ahora. Miren de qué modo he empezado esto, mi obra final, mi opus magna: "Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba..."
Ya se percata usted del problema. Irremediable. Que lo borren.
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Comentario: Disfruté muchísimo leyendo esta novela, protagonizada por una rata enamorada de la literatura y las aventuras que le toca vivir. Mejor os transcribo lo que dice la contraportada del libro, con la que estoy completamente de acuerdo, para que os hagáis una idea.
Contraportada: Nacido en el sótano de una librería en el Boston de los años 60, Firmin aprende a leer devorando las páginas de un libro. Pero una rata culta es una rata solitaria. Marginado por su familia, busca la amistad de su héroe, el librero, y de un escritor fracasado. A medida que Firmin perfecciona un hambre insaciable por los libros, su emoción y sus miedos se vuelven humanos. Original, brillante y llena de alegorías, Firmin derrocha humor y tristeza, encanto y añoranza por un mundo que entiende el poder redentor de la literatura, un mundo que se desvanece dejando atrás a una rata con un alma creativa, una amistad excepcional y una librería desordenada.
El autor: (nota de contratapa) Sam Savage es Doctor en Filosofía por la U. de Yale, donde fue profesor. Tambien ha sido mecánico de bicicletas, carpintero, pescador y tipógrafo. Firmin es su primera novela. Fue publicada por una pequeña editorial de Minneápolis, fuera de los grandes circuitos editoriales. Sin embargo, ha crecido gracias a la recomendación de los lectores, tiene 5 estrellas en Amazon.com. y es, entre otras menciones, el libro destacado de la Asociación Americana de Libreros.