13 marzo 2009

Philip Roth

El lamento de Portnoy
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Estaba tan profundamente incrustada en mi consciencia que parece como si durante mi primer año de escuela yo hubiera creído que cada una de mis maestras era mi madre disfrazada. Tan pronto como sonaba la última campanada, yo corría hacia casa, preguntándome mientras tanto, si podría llegar a nuestro apartamento antes de que ella hubiera conseguido transformarse en ella misma. Invariablemente, ella estaba ya en la cocina para cuando yo llegaba, preparándome la leche y las pastas. Sin embargo, en vez de hacerme renunciar a mis ilusiones, el portento no hacía sino intensificar mi respeto hacia sus poderes. Y, de todos modos, siempre experimentaba una sensación de alivio al no haberla sorprendido en el lapso existente entre sus dos encarnaciones, aunque la verdad es que nunca dejaba de intentarlo; yo sabía que mi padre y mi hermana ignoraban la verdadera naturaleza de mi madre, y la carga de traición que yo imaginaba caería sobre mí si alguna vez llegaba a sorprenderla desprevenida era más de lo que yo deseaba soportar a la edad de cinco años. Creo que incluso temía acabar divisándola penetrar volando por la ventana de la alcoba o emerger, miembro a miembro, de un invisible estado y vestida con su delantal.
Desde luego, cuando ella me pedía que le hablara de como me había ido en el kindergarten, yo lo hacía escrupulosamente y con todo detalle. No pretendía comprender todas las implicaciones de su ubicuidad, pero era indiscutible que tenía algo que ver con el deseo de averigüar la clase de chiquillo que yo era cuando creía que ella no estaba cerca. Una consecuencia de ésta fantasía, que sobrevivió (en esta particular forma) hasta llegar yo al primer grado, fue que, viendo que no tenía opción, me volví sincero.
Ah, y brillante. De mi pálida y gruesa hermana mayor, mi madre decía (en presencia de Hannah, desde luego: también ella tenía como norma la sinceridad): "La niña no es ningún genio, pero tampoco vamos a pedir cosas imposibles, Dios la bendiga, trabaja de firme, se aplica todo lo que puede, así que todo lo que consiga está bien." De mí, el heredero de su larga nariz egipcia y de su parlanchina boca, decía mi madre, con su característica modestia: "¿Este bonditt? Ni siquiera necesita abrir un libro. Destaca en todo. ¡Albert Einstein II !"
¿Y cómo se tomaba mi padre todo esto? Bebía, no whisky como un goy, desde luego, sino aceite mineral y leche de magnesia y mascaba "Ex-Lax", y comía "All-Bran" por la mañana y por la noche; y engullía frutas secas pasadas por el almirez. Sufría -¡sufría!- estreñimiento. La ubicuidad de ella y el estreñimiento de él, mi madre penetrando por la ventana de la alcoba, mi padre leyendo el periódico vespertino con un supositorio recién puesto..., éstas, doctor, son las primeras impresiones que tengo de mis padres, de sus atributos y de sus secretos.
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Comentario: Una visita al psquiatra comienza de esta manera, sigue por los delirantes caminos de los recuerdos de la vida de Portnoy y se convierte en una lúcida, irónica e hilarante visión de las costumbres y psicología judías, al tiempo que se desmorona el "sueño americano" tal y cómo se había entendido por muchos inmigrantes. Roth, ha recibido muchísimos y prestigiosos galardones por su obra y está considerado como el escritor vivo más importante de Norteamérica, junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo, y Cormac McCarthy. Así de restringida es la lista en la que se incluye su nombre. Cómo podéis ver en el enlace que os adjunto, varias de sus novelas se han llevado al cine, la última de ellas dirigida por Isabel Coixet, el año pasado.
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07 marzo 2009

Ernest Hemingway

Consejos para escritores
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Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.
La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve.
Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como "espléndido, grande, magnífico, suntuoso".
Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.
Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias...
A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.
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Comentario: Hace mucho desde la última "Fórmula Magistral", así que ya tocaba volver a consultar a un maestro. Ningún consejo es malo, aunque sí es posible que no sea el que nos saque de un apuro puntual. No obstante, vale la pena tenerlos en cuenta para futuras situaciones.
Todos los bloggers escribimos y si bien nuestras motivaciones y objetivos pueden ser muy diferentes, aprender cómo explicarnos mejor no puede ser malo :)
Me ha llamado la atención la metáfora de los escritores "embotellados" Siendo un poco cruel (o un mucho), diría que alejarse de las botellas, le resultaba muy difícil. O tal vez fue una pequeña traición de su inconsciente...
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