22 junio 2007

Rubén Darío

El Canto Errante
*
Parte final del prólogo que escribió para éste libro
----------------------------

Jamás he manifestado el culto exclusivo de la palabra por la palabra. «Las palabras -escribe el señor Ortega y Gasset, cuyos pensares me halagan-, las palabras son logaritmos de las cosas, imágenes, ideas y sentimientos, y por tanto, sólo pueden emplearse como signos de valores, nunca como valores». De acuerdo. Mas la palabra nace juntamente con la idea, o coexiste con la idea, pues no podemos darnos cuenta de la una sin la otra. Tal mi sentir, a menos que alguien me contradiga después de haber presenciado el parto del cerebro, observando con el microscopio las neuronas de nuestro gran Cajal.
En el principio está la palabra como única representación. No simplemente como signo, puesto, que no hay antes nada que representar. En el principio está la palabra como manifestación de la unidad infinita, pero ya conteniéndola. Et verbum erat Deum.
La palabra no es en sí más que un signo, o una combinación de signos; mas lo contiene todo por la virtud demiúrgica. Los que la usan mal serán los culpables si no saben manejar esos peligrosos y delicados medios. Y el arte de la ordenación de las palabras no deberá estar sujeto a imposición de yugos, puesto que acaba de nacer la verdad que dice: el arte no es un conjunto de reglas, sino una armonía de caprichos.
Yo no soy iconoclasta. ¿Para qué? Hace siempre falta a la creación el tiempo perdido en destruir. Malhaya la filosofía que viene de Alemania, que viene de Inglaterra o que viene de Francia, si ella viene a quitar, y no a dar. Sepamos que muchas de esas cosas flamantes importadas, yacen, entre polillas, en ancianos infolios españoles. Y las que no, son pruebas por corregir para la edición de mañana, en espera de una sucesión de correcciones. Se está ahora, editorialmente -en Palma de Mallorca-, desenterrando de sus cenizas a un Lulio. ¿Creéis que este fénix resucitado contenga menos que lo que puede dar a la percepción filosófica de hoy cualquiera de los reporters usuales en las cátedras periodísticas y más o menos sorbónicas del día?
Construir, hacer, ¡oh, juventud! Juntos para el templo; solos para el culto. Juntos para edificar; solos para orar. Y la constancia no será la menor virtud, que en ella va la invencible voluntad de crear. Mas si alguien dijera: «Son cosas de ideólogos», o «son cosas de poetas», decir que no somos otra cosa. Es expresar: además del cerdo y del cisne, que nos han adjudicado ciertos filósofos, tenemos el ángel.
¡Tener ángel, Dios mío! Pido exégetas andaluces.
Resumo: La poesía existirá mientras exista el problema de la vida y de la muerte. El don de arte es un don superior que permite entrar en lo desconocido de antes y en lo ignorado de después, en el ambiente del ensueño o de la meditación. Hay una música ideal como hay una música verbal. No hay escuelas; hay poetas. El verdadero artista comprende todas las maneras y halla la belleza bajo todas las formas. Toda la gloria y toda la eternidad están en nuestra conciencia.
---------------------------------------


Comentario personal. Mi abuela me enseñó la "Sonatina" de R. Darío y "La Pubilleta" de F. Soler (Pitarra) al mismo tiempo. Y un poco más tarde, siguió con la "Marcha Triunfal" del mismo Darío y con "La Barretina" de Mn. Jacinto Verdaguer. Era una secuencia lógica. Primero los cuentos de hadas y luego el impulso épico. O algo así. Mi otra abuela, por esas mismas fechas más o menos, me enseñaba los "Airiños, airiños, aires" de R. de Castro y a cantar "La Revoltosa" de R. Chapí. Todo ello en su idioma original. Después de un tiempo, aquellos poetas y canciones de mi niñez, que me sabía de memoria, se me quedaron cortos, porque a los 16 o 17 años, uno ya cree que no puede entretenerse con "cosas de críos". Tiene que pasar mucho más tiempo para mirarlos con otros ojos y ver qué más que aquello que ya sabemos, tienen que ofrecer. Y me he llevado alguna que otra agradable sorpresa. Hoy no os dejo ningún verso de Darío, pero creo que esta aproximación a su pensamiento os gustará.
El autor: Nació y murió en Nicaragua (1867-1916) Niño prodigio, hijo de matrimonio roto, fue su abuela quien se encargó de su educación y quien lo presentó como poeta a los 14 años. Muy inteligente, fue periodista, cónsul y embajador de su país, y se ganó muchas simpatías e influencias con los poemas, muy elogiosos, que dedicó a naciones y personalidades diversas. Esos no son sus mejores versos, pero hay "otro Rubén" más hondo y más desconocido. Queda para otro día.

5 comentarios:

fractal dijo...

El eterno dilema de la técnica y las normas frente a la armonía de caprichos, esa música interior, esa voz...
Arte del artista verdadero que comprende todas las maneras.
Y la palabra como signo.
Muy bueno, Trenzas. Concuerdo con casi cada punto de este fragmento, quizás me sobran las polillas.

Espero los poemas con ganas.
Un abrazo desde mis "horarios de verano"

Trenzas dijo...

Frac: Para eso se inventó la naftalina; por si molestan las polillas :)
Yo estoy de acuerdo al 98%, más o menos. Creo que es necesario conocer las técnicas del verso. Poder diferenciar una elegía de un soneto, por irme de la ceca a la meca, pero luego, cada persona que escribe un poema, deberá encontrar las palabras, el signo, el pálpito interior, para decir lo que quiere decir, sin que parezca la crónica de sucesos o el parte metereológico
:)
Y que tampoco parezca el código de Hammurabi, por indescifrable.
O sea, que estamos de acuerdo :)
Abrazos y cariños. De verano, claro.

Imagine Photographers dijo...

Estoy completamente de acuerdo con lo que escribes..aunque debo confesarte que en prólogo me he perdido un poco y he tenido que leerlo dos veces lo de "demiúrgica" se las trae, almenos para mi.
besos

Imagine Photographers dijo...

Ehh! soy Frankye...con tanto leer se me ha ido la oll...el santo al cielo.
besos

Trenzas dijo...

Imagine Frankye: Es un vocabulario muy de la época y muy de Rubén :)
Correctísimo, por cierto, pero sí; hay que leerlo con el diccionario al lado :)
Demiúrgica, exégeta, malhaya...
Es una mica com dir: greixar, ambdós, esvoranc...
Bueno; así seguimos aprendiendo ¿no?
Un beso; o tres.