03 febrero 2007

Gabriel García Márquez

Espantos de Agosto
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Cuento completo
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Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.
—Menos mal —dijo ella— porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creernos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor cabe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.
—El más grande —sentenció— fue Ludovico.
Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.
El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.
Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.
Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.
Mientras lo hacíamos, bajo un ciclo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.
Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. “Qué tontería —me dije—, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos”. Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.

10 comentarios:

fractal dijo...

El gran García Marquez, y yo con estos pelos!!!

Pero te digo que me gusta más como escritor de novelas o relatos largos que cuentista.
Me encanta cuando transmite sus ideas sobre lectura y escritura, su relación con los libros y la forma de entender la literatura.

Buen sábado!

Sahndrah dijo...

Me ha encantado el cuento,debo admitir que no lo conocía,como decía mi bisabuela..."Nunca te acostarás sin saber una cosa más"...aunque no es válido para todas la personas...

Trenzas dijo...

Fractal; a mí también me gustan más sus novelas largas. Este cuento se aleja un poco de su habitual discurso ¿no te parece?
Más que por el misterio, por la ambientación. Italia, aristocracia...
No he leído nada más suyo de este corte.
Ya habrás tenido tiempo de peinarte, supongo :)
Y no te cambio ninguna tilde por la tortura de novel·la, pel·licula, etcétera...
Besos grandes
*
Sahndrah; sí que es válido para todo el mundo, si ese "todo el mundo" está dispuesto a aprender. Procuro traer cosas no tan conocidas. No siempre es posible, pero cuando lo es...
Besos, amiga

fractal dijo...

Hola!
He tenido tiempo de peinarme, maquillarme, mirarme al espejo, hacerme la manicura... estoy guapísima!!
Algunos cuentos siguen esta línea en "Doce cuentos peregrinos". Por ejemplo, uno que está ambientado en el Empordà y se titula "La tramontana". Si no es igual a este, se parece bastante. O así lo recuerdo después de mucho tiempo de leerlo. También recuerdo uno en que varios niños flotaban por el pasillo de una casa...
... pero nada iguala a Macondo.
Aunque también disfruté con "Cronica de una muerte anunciada", y en otra línea, con "Noticia de un secuestro".

Por cierto, ¿Conoces el diccionario de uso del español actual, ed S.M.? El prólogo es suyo, una maravilla de esas que te decía cuando habla de escribir. Te lo cuento porque allí expone varios ejemplos de sinestesia, (aunque no lo menciona por eso) muy curiosos todos.


¿Sabes que llevo una buena tilde desde que nací? Así que, me guste o no, y dada tu poca predisposición a los cambios de cromos, me quedo con las tildes y las eles dobles. Quina il·lusió!

Bye

Trenzas dijo...

fractal; ¡ah, sí...! Ese de los niños a que te refieres es "La luz es como el agua"
Y es en ese libro que citas donde está éste "Espantos de Agosto" :)
Como tengo el libro aquí mismo, lo releeré, que ya toca.
La obra de Gabo, siempre será "Cien años de soledad" aunque nunca defrauda.
"Noticia de un secuestro" no la he leído. Habrá que poner remedio :)
Y dame más datos de ese Diccionario, porfa, que me interesa.
Que estás guapísima, ni se me ocurriría dudarlo :DDD
Y lo de la tilde, pues menos mal que cuando acortamos los nombres, nos quedamos con la primera parte ¿no?
Pues no creas que hace tanto que todavía estaba haciendo álbumes de cromos. ¡Me encantaban...!
Abrazos y cariños, amiga

fractal dijo...

Mira, pues no recordaba este cuento, "Espantos..". Tampoco ahora me ha parecido memorable.
Sí, "Cien años..." es su obra.
CLAVE, Diccionario de uso del español actual, Editorial S.M., prologado por Gabriel Garcia Marquez. Estas son las señas.
Guapa con escombros hasta las cejas y colorete de cemento. Me favorece un montón!!
Mi madre no podía creer que había accedido a ponerme un nombre tan... tan... nosé tan qué. Tanque! Eso, un nombre tanque.
Nunca supe hacer una colección de cromos.
Abrazos, querida trenzas. Tu patio aguanta muy bien el frío.

Trenzas dijo...

:DDD
¡Un nombre tanque...! :DDD
¡Sagerá...!
El colorete de cemento va bien para Halloween. Guarda un poco si luego quieres disfrazarte de monia o algo :)
Gracias por los datos. Veré si lo localizo. Aunque mi surtido de diccionarios amenaza con tirar la estantería, nunca vienen mal.
Me gustaría que aguantara mejor, pero tengo poquito tiempo.
Besos, amiga

MIB dijo...

Saben que las voy a echar de menos no?!
Todos los días paso por geranios y liters... todos... leo, leo, releo... a veces me preparo para comentar... pero para dejar una huevada prefiero callar... el tiempo de despedidas, abandono de trabajo y de hogar, más organización pre-viaje, y vida social intensa........... no me quejo! no me quejo!
Solo quería que supieras trenzas querida, que adoro este espacio de íntimo intercambio y aprendizaje... como dijimos con literfractal... es como esos rinconcitos en las fiestas donde se disfruta de una excelente conversación... más cava?

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Ahora con respecto a Gabo... lo conocí cuando tenía 15 años y me alucinó con Crónica de una muerte anunciada! Flash! amor a primera vista. Mi relación siguió con relatos de un náufrago, 100 años de soledad, Del amor y otros demonios, la increíble y triste historia de la cándida, 12 cuentos peregrinos... y empecé el amor en los tiempos del cólera.. y no lo pude continuar... El corte fue cuando decidí tomarme una pausa después de leer con cierto desencanto "el coronel no tiene quien le esciba"... bajón... Por qué? no sé... lo releeré a esta edad... quizá me hable de otros estados que antes no me llegaron... le daré una oportunidad... En el último tiempo sólo leo artículos, notas, y demás... Ningún libro desde el coronel... ¿a alguien se le puede ocurrir por qué?

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Besos trenzas amiga...

fractal dijo...

mib, igual llegaste a un punto de saturación! Con lo leído puedes tener una idea fundadda de quien es García Marquez.
Si quieres regresar a él, "Noticia de un secuestro" se deja leer facilmente, aunque quizás por eso mismo no es muy Gabo.


Porta cava a dojo per tothom que això s'ha de celebrar!

Trenzas dijo...

MIB; ya me dijiste en tu blog que no había distancias. O no muchas :)
No vamos a perdernos por ahí ¿a que no?
Me gusta pensar que sí; que es el rinconcito detrás de la cortina, a salvo del ruido, donde pasar unos momentos de charla tranquila.
En cuanto a Gabo, estoy con lo que dice Liter. Yo tengo aquí pendiente "El amor en los tiempos.." que empecé , perdí el libro, y lo volví a comprar hace poco. En cuanto al "Coronel.." pues es cierto que es una obra que al principio se hace "rara" No acabas de saber como ligar los gallos con el correo :)
Pero creo que es una buena novela de Gabo, aunque para gustos hay colores. Y ninguna obligación de leerla :)
Un beso, preciosa, y no te tardes :)