10 abril 2007

Abilio Estévez

Tuyo es el Reino
*
(Página 219 a 221. En Tusquets Editores)



Como un cubano típico, a la hora de vestirse, Lucio primero se peina. Frente al espejo, completamente desnudo y entalcado, las piernas abiertas, como un cubano típico. Acomoda el pelo lacio, negro, con abundante brillantina. Roza con la palma leve de la mano el pelo endurecido y acucioso. Retoca las patillas. Mira la piel de su cara, si algún grano, si alguna mancha..., se observa la nariz, los ojos, la frente. Hace lo posible porque el espejo le devuelva su propio perfil. Pasa una mota de polvo por la frente y la nariz para evitar que el sudor las haga brillar, y, como un cubano típico, pasa por las cejas y las pestañas un dedo mojado en saliva. Luego, como un cubano típico, estudia cuidadosamente la dentadura (donde relumbra una muela de oro) y se limpia las orejas con algodón. Continúa mirándose al espejo. Esta vez el estudio abarca todo su cuerpo. Con golpe rápido, alegre, satisfecho, levanta su virilidad potente y entalcada y mira los cojones que también están entalcados, que también son grandes, como los de un cubano típico. Sentado en la cama, suavemente, acariciándolos, cubre los pies con las medias. Después, la camiseta, los calzoncillos de algodón limpio y por supuesto, almidonados. Como un cubano típico, procura que la camiseta quede bien ajustada al cuerpo, por dentro de los calzoncillos. Se mira de frente y de lado en ropa interior; admira, constata que el abdomen sea perfecto, que sea perfecto el pecho, como cualquier cubano típico. Da ligeros golpecitos en el pecho y el abdomen. Entonces, como un cubano típico, se perfuma sin dejar de mirarse al espejo: cuello, orejas, pecho y brazos, no sin antes haber puesto desodorante en las axilas, cuyos vellos, como un cubano típico, se ha encargado antes de recortar. Se huele los brazos, las axilas. Sonríe satisfecho. Aprovecha la sonrisa para estudiar otra vez los dientes cepillados con exageración y admirar el destello de la muela dorada. (No, la muela no esplende lo suficiente. Lucio se acerca al espejo, y, como un cubano típico, toma un paño e insiste en ella varias veces, para que brille, sí, para que brille, porque la nariz y la frente no deben brillar; la muela de oro, sí, que se vea en la noche, que todos la vean.) Toca el turno al pantalón. De casimir. Le gusta el casimir. Es una tela que acaricia su muslos, y a Lucio, como un cubano típico, le gusta que le acaricien los muslos. Calza los zapatos charolados. Hace y deshace los lazos de los cordones hasta que quedan perfectos. Con un paño insiste en las puntas de los zapatos, que también ellos deben fulgurar, provocar deslumbramiento. Estudia rápido, aunque preciso, el modo en que el pantalón cae sobre el zapato (para un cubano típico, posee la mayor importancia.) Cuidadoso, con movimientos lentos y estudiados, voluptuosos, viste la camisa. Blanca, por supuesto, de mangas cortas para soportar el calor; blanca, de hilo almidonado, planchada hasta el exceso por Irene (hasta eso: Lucio, como un cubano típico, tiene la típica madre cubana que se preocupa porque el hijo parezca un príncipe) Con toda intención, olvida abrochar los dos últimos botones de la camisa; así, se podrá ver el borde de la camiseta y la piel nítida y el modo recio, victorioso con que se yergue el cuello de Lucio. Toca el turno al flus. El flus se acomoda veloz al cuerpo como si hubiera recibido una orden. Vuelve a retocar las patillas. Vuelve a estudiar los dientes y, en especial, la muela de oro. Se peina otra vez. Otra vez pasa el dedo mojado en saliva por cejas y pestañas. Con la lengua, humedece los labios. Perfuma el pañuelo que no va para el bolsillo del flus, sino para el del pantalón. Mira un instante, de modo casi maquinal, el reloj que lleva a la muñeca, y contempla la obra terminada. Sí, ha quedado bien, está muy bien, parece decir la expresión entre preocupada y satisfecha de su cara, el ceño graciosamente fruncido. Por fin, como un cubano típico, lanza un beso entre burlón y sincero a la imagen que está al otro lado del espejo. La imagen, que también corresponde a la del cubano típico que Lucio es, responde con un beso que lleva la misma carga de burlona sinceridad.


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De cada uno de los personajes de esta novela (y son muchos) saldría, sin duda, otra novela entera. Nada fácil de leer, necesité volver una y otra vez a ella y, aún así, me sigue sorprendiendo cada vez que la repaso. Y lo hago con frecuencia. No es posible hacer un resumen, pero os dejo el que figura en la solapa de la cubierta, aunque, en verdad, no puedes hacerte una idea de lo que la novela es.
Contraportada.Tuyo es el reino: un dios menor, a tu medida, y de tu condición mortal, lo ha creado para ti. Es una isla dentro de otra isla, una finca aislada a las afueras de La Habana, invadida por una naturaleza exuberante y poblada de gentes muy diversas. Es un mundo en pequeño, con su parcela de más acá y de más allá, con su paraíso y su infierno; un reino perdido y recobrado, al fin, por el recuerdo y la palabra.
El autor. Nació en La Habana en 1954. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica. Ha escrito teatro, ensayo, poesía y es profesor y conferenciante. "Tuyo es el reino" es su primera novela, publicada en España en 1997.

7 comentarios:

Elena Casero dijo...

Aún no lo he leído. Uno más en cola. No tengo tiempo para todo, señor,señor. ¿Por qué no tendrá el día mil horas?

fractal dijo...

Trenzas, hola! ¿Estabas perdida entre trabajo y días festivos? ¿trabchfes, le dicen a esto?

Muy bueno el fragmento que traes hoy. El cubano típico es muy característico. Me sorprende esta capacidad de crear un príncipe!!

Me interesa esta novela. La leeré. Tiene elementos que pueden ayudarme en un relato que tengo entre manos. Dime, ¿porqué es dificil de leer? ¿porqué te gusta a ti?

Ayer leía en alguna parte, que una novela se considera clásica cuando se relee más que lee. O sea, que uno vuelve y vuleve buscando, -y encontrando- siempre algo nuevo.

Un abrazo.
(Ya tenía ganas de charlar contigo!)

Trenzas dijo...

Hola, reinas moras y cristianas :)
¿Por qué no tendrán mil días los años y por qué no estarán libres de impuestos..?
Venga, otro a la cola y a ver si logramos alcanzarla :)
Mientras escribo esto, aprovecho para comer una rebanada de pan con tomate y un buen trozo de tortilla de patatas. Disculpad; ya sé que no está bien hablar con la boca llena pero es así o no puedo quedarme en vuestra compañía.
Venga;libro.
Difícil en aquel sentido que, spero, recordéis, de cuando hablamos de Perec. También ésta novela podría leerse empezando por cualquier punto o por cualquier personaje e ir siguiéndolo en la dirección que tomara. Siempre irías a algún punto sorprendente, cálido o espeluznante.
El argumento, va y viene a través de los años y cada personaje tiene otros muchos dentro de él. Viven con su vida de ahora y con sus vidas pasadas, con lo que dejaron atrás y que no han cortado, porque es eso lo que les permite seguir soportando su presente. Incluso éste príncipe tiene una sombra oscura que lo atormenta, que no quiere tener pero que no puede evitar.
No es un libro largo. Tiene unas 400 páginas y una letra de tamaño aceptable, pero le basta para mostrar un vasto y complejo mundo.
Me parece que los escritores cubanos que he dejado aquí hasta ahora, se parecen mucho en el fondo. Dejando a Carpentier como ya muy conocido, los otros tres, más modernos, tienen en común esa complejidad de sus personajes y de las situaciones que plantean y que requiere volver a ellos para intentar penetrar esa última emoción que, parece, intentan ocultarnos.
¡Ep..! Se acabó el tiempo de la tortilla :DDD
Me voy a trabch, que no a trabchfes.
Ni una horita de fiesta me ha quedado ¡aysss....!
A ver si vuelvo pronto y voy a veros.
Abrazos y cariños a las dos.

Anónimo dijo...

No sé si moriré en el intento, pero procuraré leerlo en cuanto pueda.
No quiero decir que moriré en el intento de leer el libro, si no en el intento de intentar no olvidarlo.

¡vaya lío acabo de hacerme!

fractal dijo...

Por si no me habías convencido con el post, este comentario acaba de hacerlo.

No me importa que comas la tortilla mientras tecleas, pero que no nos invites ni a una tapita...

Apa, cuida't!

Trenzas dijo...

Vuelo rasante; eso va a ser por culpa del virus del ordenador de tu oficina, que te ha dejado una confusión "intencional" :)
No pasa nada. Te atas un dedo al hilo, (o un hilo al dedo, lo que sea más fácil) y verás como no te olvidas de seguir intentándolo :)
Luego te ayudo con lo de esa pierna extraviada, que tengo un amigo en Objetos Perdidos.
Abrazos y cariños.

Trenzas dijo...

Frac: Lo siento, pero la tortilla de patatas no es divisible :)
La próxima vez, si lo que hay reune esa cualidad, os invito a todos y todas.
Voy a teclearos otro ratito del Reino, para que no podáis esperar ni un minuto más.
(Trenzas, mostrando su perfil malvado)
Abrazos y cariños