28 julio 2008

Kostas Steryópulos

El Sol de la Medianoche
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Las Separaciones
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Las separaciones me aguardaban en cada vuelta.
Rostros que desaparecieron abandonando su cuerpo
o que lo llevaron consigo para dejarlo en otro lugar.
Los vimos por última vez delante de la escalera.
Casas que habitamos y que ahora retumban
vacías en nuestra memoria.
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Como si apoyases el dedo sobre el frío cristal.
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No me queda ya nada salvo lo que digo.
Ojalá no termine este invierno terrible,
con el horizonre cubierto de telarañas,
las nubes que recorren la llanura,
la vida que amanecía tan nublada.
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En cada vuelta esperaba una nueva separación.
Las casas desamuebladas producen un eco espeluznante.
Las paredes vacías allí donde desaparecieron los cuadros,
ahumadas por los días de nuestras vidas.
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Cambié tantas veces de casa, viviendo dentro de este cuerpo,
sufrí tantas separaciones, sin llegar a mudarme.
Constantemente desaparecía y de nuevo venía
con una herida abierta.
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Ojalá no termine este invierno terrible,
o-en fin - que termine, pero que se remanse;
en esta helada casa que vivió tu alma,
en esta soledad más cálida que tu propia casa.
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Aquí, donde las aguas del río fluían más lentamente.
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Comentario: Sólo una vez, hace mucho ya, tuve oportunidad de leer a Kostas Steryópulos en una antología de poetas griegos. Aunque lo intenté, no pude encontrar ningún libro suyo. Por casualidad, esta mañana, rebuscando entre los antiguos escritores griegos en la Biblioteca Municipal, he encontrado este Sol de Medianoche, de donde procede el poema que os he transcrito. Los poemas que contiene están escritos entre 1983 y 1991. En esos momentos, el poeta tendría entre 55 y 65 años. Como tantas otras veces, los poetas quedan relegados y hasta mal archivados por los bibliotecarios. El volumen en cuestión ha necesitado, para su publicación en España, de la ayuda del Ministerio de Cultura griego y no se ha hecho más que una edición, que imagino exigua.
El poema es, realmente, un dedo apoyado en el frío cristal de nuestras ausencias personales; cada etapa que dejamos atrás, cada silla vacía en torno a una mesa, nos acerca a nuestra propia y futura ausencia en la vida de otros. Los poemas son incógnitas, secretos a descifrar y cada uno debe hacerlo a su manera.
El autor: Nació en Atenas en 1926. Poeta, novelista, crítico y ensayista, ejerció como profesor de Filología Neohelénica en la Universidad de Atenas y fue expulsado durante la dictadura de los coroneles. En 1974, fue catedrático en la Universidad de Ioánnina, y sigue siendo emérito de la misma. Publicó su primer poemario en 1943 y desde entonces, ha merecido el Premio Nacional de Poesía, el Nacional de Estudio y Ensayo y el Premio de la Academia de Atenas, entre muchos otros. Su obra es abundante en todos los campos por los que discurre su actividad y lo que no sabría deciros es si aún vive, porque aunque parezca imposible, lo único que he encontrado en la red y en mis enciclopedias es, básicamente, esta breve reseña, aparte de una relación de sus obras y galardones.

22 julio 2008

Eduardo Mendicutti

El Palomo Cojo
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Páginas 93 y 94
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A la Mary le chiflaban los reportajes de artistas de cine, pero tía Victoria sentía predilección por los ecos de sociedad, que así nos enseñó ella que se llamaban aquellas fotografías de fiestas donde todo el mundo salía elegantísimo. En aquellas fotos, tía Victoria señalaba de pronto a un señor con una pinta estupenda y decía éste es el príncipe fulano de nosequé, siempre unos nombres rebuscadísmos, y añadía, coquetona:
-Con él tuve yo un interludio.
Tía Victoria, por lo visto, había tenido montones de interludios, tantos que a mí me parecía imposible que los hubiera tenido uno detrás de otro, así que pensé que los había tenido de tres en tres o de de cuatro en cuatro, como la Mary, que cada noche tenía un interludio en la casapuerta con un novio diferente. Una tarde le pregunté a tía Victoria si todos aquellos príncipes con los que ella había tenido interludios tenían también un olor particular, un olor de familia, y de familia de postín -como aquel olor de los Calderón Lebert que tanto se notaba en el cuarto de tía Victoria- y ella me dijo que por supuesto, que de oler no se libra nadie. Lo que ocurre es que cuando se tiene un interludio el olor es siempre maravilloso, y cuando no se tiene, el olor es a veces un pestazo que no se puede aguantar. Eso me dijo.
Lo curioso de tía Victoría, conforme había ido cumpliendo añitos -siempre lo decía en diminutivo, como dando a entender que los años que ella cumplía eran más pequeños y envejecían menos que los que cumplía el resto de las señoras y gachises del mundo-, había ido eligiendo para sus interludios a señores más jóvenes y con menos empaque, pero con menos olor también, seguramente. La Mary me decía que no fuera panoli, que si tía Victoria los prefería cada vez más tiernos, no era porque oliesen menos, sino porque empujaban mejor. Yo no sabía que tenían que ver los empujones con una cosa tan fina como los interludios de tía Victoria, y además la Mary no decía empujar sino rempujar, que aún sonaba peor y más ordinario. Pero estaba clarísimo, de todos modos, que tía Victoria en los últimos años, había tenido interludios con muchachos que podrían haber sido, según la Mary, sus nietos. El que salía retratado con ella en la última revista -que era de diciembre del año anterior-, tenía la planta de un guardiamarina y la carita de un querubín, por lo menos eso fue lo que dijo tía Victoria cuando nos lo señaló, y también nos dijo que era muy educado y cariñoso y que tenía un talento natural para alternar en sociedad, porque no era un príncipe ni nada, ni siquiera de buena familia, sólo un muchacho de origen humilde que había salido guapo y con maneras de marqués, aunque al final lo tuvo que dejar porque ella le encontraba un defecto horroroso.
-¿Qué defecto, tía Victoria - le pregunté yo, muy excitado, pensando que tendría un ojo de cristal, o una pata de palo, o algo así.
Tia Victoria me dijo:
-Tenía opiniones.
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Comentario: Felipe tiene 10 años y una anemia de la que necesita recuperarse; lo trasladan a una ciudad costera gaditana, a la casona familiar donde conocerá, no sólo a muchos de sus parientes adultos, sino a un ejército de criados y a un palomo cojo que se paseará por los balcones de la casa obedeciendo sólo a su capricho. Al palomo no le importa ninguna de las cosas que les importan a los humanos y su defecto físico no le impide ser libre. Un contrapunto necesario en este libro donde los adultos están atados por sus tradiciones, sus costumbres, sus vicios o su servidumbre. Felipe flota entre la familia que le quiere y se despreocupa, y los criados que le cuidan, sin acabar de perder de vista que es el señorito. La soledad está servida.
Pero el libro está lleno de humor y ternura. Ningún personaje nos cae mal, al contrario. Llegamos a la conclusión de que así son las cosas, porque así las vemos en la mirada de ese niño que "sabe" que, en verdad, así son las cosas y por su inevitabilidad, no pueden ser juzgadas.
El autor: Eduardo Mendicutti nació en 1948 en Sanlúcar de Barrameda. Es periodista y escritor. Ha publicado una buena cantidad de novelas y recogido, por ellas, muchos premios. Cenizas, Una mala noche la tiene cualquiera, Los novios búlgaros, El beso del cosaco y Ganas de hablar, son algunas de ellas. No esconde su homosexualidad y sus obras componen una visión ética de ese mundo, aún marginal.

16 julio 2008

Eduardo Mendoza

Sin noticias de Gurb
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Fragmentos
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Las tribulaciones del ejecutivo: lectura y comprensión parcial de las cotizaciones de bolsa, mercado de divisas, mercado de futuros; café con leche (desnatada), biscotes con margarina, las pastillas; ducha, afeitado, violenta aplicación de aftershave. El ejecutivo se pone su impedimenta: Ermenegildo Zegna por aquí, Ermenegildo Zegna por allá. Los niños lavados, vestidos y peinados suben al coche del ejecutivo. Papá los llevará al cole. Anoche cenaron en casa de su madre, pero han dormido en casa de su padre. Esta noche cenarán en casa de su padre, pero dormirán en casa de su madre y mañana los llevará al cole su madre y los irá a buscar él para que cenen en su casa o en casa de su madre (telefoneará). Uno de los niños es suyo; al otro no lo ha visto en su vida, pero prefiere no preguntar. Desde que se separó de su mujer (amigablemente) prefiere no preguntar nada a nadie.
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Se me acerca una chica muy joven y atractiva. Con gran desenvoltura me pregunta si estudio o trabajo. Le respondo que, en realidad, no puede hacerse esta distinción, porque quien estudia aplicadamente, realiza el más importante de los trabajos (para el día de mañana), del mismo modo que, quien pone los cinco sentidos en su trabajo, algo nuevo aprende cada día. Sin duda satisfecha con mi respuesta, la chica de aleja a buen paso.
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Entra en la sala una señorita y nos hace formar en tres grupos: a) el de los que quieren comprar un piso para habitarlo, b) el de los que quieren comprar un piso para blanquear dinero negro y c) el de los que quieren comprar un piso en la Villa Olímpica. Una pareja con un lactante y yo formamos el grupo a.
Los integrantes del grupo a somos conducidos a un despacho sobrio. A la mesa se sienta un caballero de barba blanca, cuyo aspecto rezuma probidad. Nos explica que la coyuntura es difícil, que hay más demanda que oferta y viceversa, que no debemos hacernos ilusiones. Nos insta a renunciar al engañoso binomio calidad-precio. Nos recuerda que esta vida no es más que un valle de lágrimas de alto standing. A medio sermón se le desprende la barba postiza, que arroja a la papelera.
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Llego a una plaza formada por el derribo de varias manzanas. En el centro se yergue una palmera tiesa y peluda como un mal bicho. Numerosos ancianitos desecándose al sol, a la espera de que sus familiares vengan a buscarlos. Los pobres no saben que muchos de ellos nunca serán recogidos, pues sus familiares han partido de crucero a los fiordos noruegos. En algunos bancos todavía pueden verse los ancianitos abandonados el verano pasado, en avanzado estado de momificación, y los ancianitos abandonados hace quince días, en una fase de acomodación al medio menos golosa. Me siento junto a uno de estos últimos y leo el suplemento literario de un periódico de Madrid, que alguien, con idéntico criterio, ha dejado abandonado en el banco.
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Contraportada: Sin noticias de Gurb relata la historia de un extraterrestre que ha desaparecido, tras adoptar la apariencia de la vocalista Marta Sánchez, en la jungla urbana barcelonesa. Pero el protagonista de la narración no es Gurb, sino otro alinígena que sale en pos de él y cuyo diario constituye el esqueleto de la narración. La verdadera naturaleza del relato es de carácter paródico y satírico: cono en "El misterio de la cripta embrujada", la invención de E. Mendoza convierte a esta Barcelona, a un tiempo cotidiana y absurda en el escenario de una carnavalada que revela, tras las máscaras pintarrajeadas y grotescas, acaso el verdadero rostro del hombre urbano actual y, tras el chisporroteo del estilo, la acerada conciencia artística del escritor.
Comentario: En marzo de 1996, el libro iba por la 27ª edición, que es la que tengo. La primera se publicó en 1991, lo que nos da una idea del éxito del libro. Se podría haber situado en cualquier otra ciudad, apresurada y populosa del mundo occidental de la época, pero Mendoza prefiere Barcelona para sus sátiras. La novela se lee de un tirón (139 págs.) y no dejas de reírte de principio a fin. Aún cuando se explaye sobre asuntos tan serios como el último párrafo transcrito.
El autor: Mejor que yo...
Y también os recomiendo el libro que aparece en la portada de la web: "El asombroso viaje de Pomponio Flato" La diversión está garantizada.
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08 julio 2008

Tanto monta...

Cortázar y Monterroso-Monos y Gotas
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Liter-a-tres, tiene en su blog este cuento de Augusto Monterroso. Les he comentado que me sonaba a Julio Cortázar en su cuento "El aplastamiento de las gotas" y han querido saber por qué. A ver si logro explicarlo.
Creo que, más que otra cosa, es la forma en que emplean el lenguaje. Los escritores sudamericanos tienen un toque especial para el castellano, que es suyo propio y que, sin mucho margen de error, nos ayuda a distinguirlos de los españoles. También es diferente la cadencia, el ritmo y el desarrollo del tema, algo que se aprecia mucho en los brevísimos. Y un sentido poético que nace ya en el título y que no abandona el relato por muy prosaico o impensable que pueda ser. Cuando leí el relato del Mono, ya conocía las Gotas e, inmediatamente, los relacioné. No todo puede explicarse y esto quizás tampoco, pero aquí os dejo los dos breves, con la esperanza de que podáis sentir ese ritmo interior, que yo encuentro tan similar, y no me quede sola en esa apreciación.
:)
Para que os sea más fácil, os dejo el "Mono" escrito y las "Gotas" en la voz de Cortázar. Ya sabéis; clic para escuchar el audio y ojos a la pantalla.
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EL MONO PIENSA EN ESE TEMA

¿Por qué será tan atractivo -pensaba el Mono en otra ocasión, cuando le dio por la literatura- y al mismo tiempo como tan sin gracia ese tema del escritor que no escribe, o el del que se pasa la vida preparándose para producir una obra maestra y poco a poco va convirtiéndose en mero lector mecánico de libros cada vez más importantes pero que en realidad no le interesan, o el socorrido (el más universal) del que cuando ha perfeccionado un estilo se encuentra con que no tiene nada qué decir, o el del que entre más inteligente es, menos escribe, en tanto que a su alrededor otros quizá no tan inteligentes como él y a quienes él conoce y desprecia un poco publican obras que todo el mundo comenta y que en efecto a veces son hasta buenas, o el del que en alguna forma ha logrado fama de inteligente y se tortura pensando que sus amigos esperan de él que escriba algo, y lo hace, con el único resultado de que sus amigos empiezan a sospechar de su inteligencia y de vez en cuando se suicida, o el del tonto que se cree inteligente y escribe cosas tan inteligentes que los inteligentes se admiran, o el del que ni es inteligente ni tonto ni escribe ni nadie conoce ni existe ni nada?
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