Viaje a la semilla
I
----------------------------
I
----------------------------
—¿Qué quieres, viejo?...
Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas que iban desdentando las murallas aparecían —despojados de su secreto— cielos rasos ovales o cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos y papeles encolados que colgaban de los testeros como viejas pieles de serpiente en muda. Presenciando la demolición, una Ceres con la nariz rota y el peplo desvaído, veteado de negro el tocado de mieses, se erguía en el traspatio, sobre su fuente de mascarones borrosos. Visitados por el sol en horas de sombra, los peces grises del estanque bostezaban en agua musgosa y tibia, mirando con el ojo redondo aquellos obreros, negros sobre claro de cielo, que iban rebajando la altura secular de la casa. El viejo se había sentado, con el cayado apuntalándole la barba, al pie de la estatua. Miraba el subir y bajar de cubos en que viajaban restos apreciables. Oíanse, en sordina, los rumores de la calle mientras, arriba, las poleas concertaban, sobre ritmos de hierro con piedra, sus gorjeos de aves desagradables y pechugonas.
Dieron las cinco. Las cornisas y entablamentos se desploblaron. Sólo quedaron escaleras de mano, preparando el salto del día siguiente. El aire se hizo más fresco, aligerado de sudores, blasfemias, chirridos de cuerdas, ejes que pedían alcuzas y palmadas en torsos pringosos. Para la casa mondada el crepúsculo llegaba más pronto. Se vestía de sombras en horas en que su ya caída balaustrada superior solía regalar a las fachadas algún relumbre de sol. La Ceres apretaba los labios. Por primera vez las habitaciones dormirían sin persianas, abiertas sobre un paisaje de escombros.
Contrariando sus apetencias, varios capiteles yacían entre las hierbas. Las hojas de acanto descubrían su condición vegetal. Una enredadera aventuró sus tentáculos hacia la voluta jónica, atraída por un aire de familia. Cuando cayó la noche, la casa estaba más cerca de la tierra. Un marco de puerta se erguía aún, en lo alto, con tablas de sombras suspendidas de sus bisagras desorientadas.
II
Entonces el negro viejo, que no se había movido, hizo gestos extraños, volteando su cayado sobre un cementerio de baldosas.
Los cuadrados de mármol, blancos y negros volaron a los pisos, vistiendo la tierra. Las piedras con saltos certeros, fueron a cerrar los boquetes de las murallas. Hojas de nogal claveteadas se encajaron en sus marcos, mientras los tornillos de las charnelas volvían a hundirse en sus hoyos, con rápida rotación. En los canteros muertos, levantadas por el esfuerzo de las flores, las tejas juntaron sus fragmentos, alzando un sonoro torbellino de barro, para caer en lluvia sobre la armadura del techo. La casa creció, traída nuevamente a sus proporciones habituales, pudorosa y vestida. La Ceres fue menos gris. Hubo más peces en la fuente. Y el murmullo del agua llamó begonias olvidadas.
El viejo introdujo una llave en la cerradura de la puerta principal, y comenzó a abrir ventanas. Sus tacones sonaban a hueco. Cuando encendió los velones, un estremecimiento amarillo corrió por el óleo de los retratos de familia, y gentes vestidas de negro murmuraron en todas las galerías, al compás de cucharas movidas en jícaras de chocolate.
Don Marcial, el Marqués de Capellanías, yacía en su lecho de muerte, el pecho acorazado de medallas, escoltado por cuatro cirios con largas barbas de cera derretida.
Los cuadrados de mármol, blancos y negros volaron a los pisos, vistiendo la tierra. Las piedras con saltos certeros, fueron a cerrar los boquetes de las murallas. Hojas de nogal claveteadas se encajaron en sus marcos, mientras los tornillos de las charnelas volvían a hundirse en sus hoyos, con rápida rotación. En los canteros muertos, levantadas por el esfuerzo de las flores, las tejas juntaron sus fragmentos, alzando un sonoro torbellino de barro, para caer en lluvia sobre la armadura del techo. La casa creció, traída nuevamente a sus proporciones habituales, pudorosa y vestida. La Ceres fue menos gris. Hubo más peces en la fuente. Y el murmullo del agua llamó begonias olvidadas.
El viejo introdujo una llave en la cerradura de la puerta principal, y comenzó a abrir ventanas. Sus tacones sonaban a hueco. Cuando encendió los velones, un estremecimiento amarillo corrió por el óleo de los retratos de familia, y gentes vestidas de negro murmuraron en todas las galerías, al compás de cucharas movidas en jícaras de chocolate.
Don Marcial, el Marqués de Capellanías, yacía en su lecho de muerte, el pecho acorazado de medallas, escoltado por cuatro cirios con largas barbas de cera derretida.
---------------------------------
A. Carpentier, nació en La habana en 1904 y murió en parís en 1980. "Los Pasos Perdidos" es, quizás, su novela más conocida, pero sus cuentos son obras maestras de la imaginación. En éste "Viaje a la Semilla" la vida reaparece en sentido inverso a su discurrir normal y todo se torna irrecuperable.
12 comentarios:
Hola Trenzas, estoy out... ha sido una semana de celebraciones, aniversarios, santos, finalización de las obras, uf! mañana último día.
Espero recuperar pronto la normalidad de mis horarios y lecturas blogeriles.
¿Todo bien en tu casa?
Un abrazo
Hola, niña. Pues lo mismo digo en lo de OUT total :(
Esta tarde tengo libre (rezo trescientas avemarías para que no pase nada) y también intentaré ponerme al día con la mayor parte de lo pendiente.
¡Qué semanita, poldios...! :)
Abrazos y cariños
Que gusto me da que alguien recuerde a Carpentier, que siendo uno de los más grandes, posiblemente el 2do o 3ro de las letras latinoamericanas, goza de tan poca popularidad en los blogs.
Saludos
Para mucha gente tener que pensar mientras se lee es muy cansino. Por eso, autores como Carpentier no tienen tanto éxito.
Con él regreso a lo que comentábamos sobre los adjetivos en el Mar. A mí me gusta que los escriban tan visibles, sonoros....
Un beso
primera incursión/excursión a esta página siempre me he paseado por las cartas y me perdía otro trocito de ti en forma de regalos literarios, una muy buena forma de compartir sin duda. Volveré a impregnarme de palabras ajenas, un besito
Umma1; completamente de acuerdo en tu apreciación sobre Carpentier.
Algunos escritores excelentes no llegan a "calar" en el público lector, o no permanecen tanto como otros con menos merecimientos. Eso es un misterio :) Aunque siempre tendrá algo que ver el marketing, supongo.
Un abrazo, amiga
*
Escriptorum; Cierto también. Eso de tener que ponerse a reflexionar, o volver una página atrás para acabar de entender, para completar el pensamiento, es algo que no gusta demasiado.
A mí sí. Me gusta ir pensando durante el día en lo que he estado leyendo; darle vueltas.
Bueno, los estilos deben cambiar. Ya hace mucho que Carpentier nos dejó y Banville está ahora en plena forma :)
Abrazos y cariños.
*
Gaddira; ¡Bienvenida, amiga...!
Me alegra verte por este espacio de lectura. A las pasiones hay que darles salida o te ahogan :DDD
Mejor compartidas ¿no te parece?
Siempre que tengo un minutillo, vengo a desahogarme :)
Besitos para ti también, preciosa
Por fin he podido leer este cuento, aunque lo había intentado un par de veces sin éxito. No sé pq, me quedaba sin captarlo bien. Será que no tenía la cabeza bien sentada. Pero hoy me propuse hacerlo; empecé por contar las palabras que no eran habituales y las que desconocía por completo; son muchas!!! En fin, esta es la riqueza y la dificultad del texto, no?
Es cierto, creo que se comentó anteriormente, Carpentier no es facil de leer. Me recuerda al mexicano Daniel Sada, también muy floirdo, muy lleno de palabras y con sorprendentes giros irónicos.
El cuento es muy bueno. Los relatos que tergiversan el sentido habitual del tiempo y del espacio suelen agradarme. Y más todavía si tienen un significado o una intención como este.
Cuídate. Un petonet!
¿Todo bien? ¿Llegó el frío a tu patio de geranios? En Lérdia han regado las flores de los frutales con agua para asegurar que las flores no se congelaran por las temperaturas bajo cero...
Abraçada!
Et trobo a faltar...
Frac: ¡Hola, amiguita..!
Bueno, resulta que estoy hasta el coco de trabajo :(
A ver si puedo ponerme al día que también os echo mucho de menos.
A mí me gustó mucho este cuento de Carpentier. Ese Marqués que va volviéndose cada vez más joven, niño, bebé, feto hasta desaparecer al mismo tiempo que la casa se reconstruye, se puebla, se construye y finalmente ya no queda nada, y cuando vuelven los obreros al día siguiente solo hay un solar sin rastro de edificación, me fue llevando sin darme un respiro :)
Tenéis razón. Carpentier no es de fácil lectura, pero una vez "entras" en su estilo, te atrapa como un cepo :)
Una docena de abrazos y cariños y a ver si me dejan un ratillo de paz y vuelvo a teclear aquí un buen rato.
Petonets..!
Así me gusta, que te tomes tu tiempo antes de ir públicando por tus blogs... así puedo pararme a leer, recapacitar... y así tú también te tomas tu tiempo para dedicarte a otros menesteres y a descansar la vista de esta hipnotizante pantalla, que nos tienes muy mimados.
Un abrazo.
Me alegro que sea solo trabajo. Me sorprendía no encontrarte.
No te vayas, ¡eh!
paso a saludar amiga trenzas!! hace tiempo que no te veo por mi blog..de veras se te extraña
cariños
verito!
Publicar un comentario