29 enero 2007

Jesús Díaz

Las palabras perdidas
*
En "Compactos Anagrama" fragmento de la pág. 183 y siguientes.
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-Silencio en la sala - dijo el Gordo -. Escuchemos a la Una.
Un chaparrón de carcajadas cayó sobre la muchacha y el Rojo se dijo que el Gordo había acertado. Aquella mujer era tan flaca y parecía tan sola como la una. Su pelo negro y lacio y sus ojos grandes asustados eran atractivos, pero tenía la nariz demasiado larga, el pecho plano, las caderas estrechas y las nalgas esmirriadas. Las hojas le temblaban en las manos sudorosas, y él se dijo que si había insistido en llamar la atención y en martirizar la poesía, que se jodiera, ya que no tenía siquiera el atenuante de ser una buena hembra.
Sin embargo, tenía buena voz. En el tono algo ronco de quien ha fumado o llorado mucho prometió un poema que gustaría sin duda a los machos allí presentes: "Me confieso culpable ante los hombres". La perspectiva de aquella insólita confesión pública generó el milagro del interés y del silencio. Y Una leyó.
"Si hemos de darle crédito a la Biblia,
yo, Eva,
soy responsable única de todas las desgracias,
por haberle brindado al pobre Adán
la agridulce manzana que llevo entre las piernas.
Si hemos de darles crédito a las crónicas,
yo, la Malinche,
soy la culpable cierta del fin de nuestro imperio,
por haberle entregado al invasor
el puñal carmesí que sufro entre los labios.
Si hemos de darle crédito a la Historia,
yo, Carlota Corday,
asesiné a Marat en la bañera, desatando el Terror;
yo, la Eserista,
disparé contra Lenin la bala envenenada
que abrió el camino a Stalin.
Si hemos de darle crédito al teatro,
Macbeth no era otra cosa que un buen tipo
a quien yo, Lady Mal,
encariñé con el sabor helado de la sangre.
Si hemos de darle crédito a los clásicos,
soy Dulcinea,
me la pasé bobeando en el Toboso
mientras mi macho se jugaba el corazón.
Si hemos de darle crédito a la ópera,
no soy otra que Carmen, la gitana,
la que condujo a Don José hasta el crimen
después de haberlo coronado como a un alce,
como a un pobre animal de la floresta.
Si hemos de darle crédito a los mitos,
yo soy Sikán, la que contó el secreto,
la que atrajo la muerte hacia los suyos,
a la que un dulce tribunal mandó cortar la lengua.
Si hemos de darle crédito a los tangos,
soy ese Cachivache que suicidió a su hombre,
esa Maleva a la que vieron sola, fané, descangayada,
borracha de alegría en el entierro.
Si hemos de darle crédito a la rumba,
yo soy la Gran Bandolera,
sobre mi tumba hay un ramo de abrojos
y un mandamiento que prohíbe el llanto.
Exijo que lo cumplan al dedillo.
Si hemos de darles crédito a los hombres
nunca debí, mujer, haber nacido"
Una terminó con cierta altanería y se sentó en silencio. El Rojo echó de menos los aplausos que sin embargo no se atrevía a iniciar.
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Contraportada. Las aventuras terribles e hilarantes de cuatro amigos mientras intentan publicar una revista literaria independiente en La Habana. Una novela sobre la imposibilidad de realizar las ilusiones juveniles, una meditación sobre el destino de la revolución cubana y un libro sobre el amor a los libros. Y esta obra, heredera de la de la rica tradición literaria cubana cuyas figuras - Lezama Lima, Carpentier, Guillén, Diego, Piñera - aparecen amorosa e irónicamente evocadas, es una fiesta del humor y la inteligencia y un homenaje a las palabras nunca totalmente perdidas.

Marina Tsvietáieva

Puse la mesa para seis
*
Repito el primer verso
y fundo la palabra:
"Puse la mesa para seis..."
Te olvidaste del séptimo.
Tristes están los seis,
llueve sobre sus rostros.
¿Quién pudo, en esa mesa
olvidarse del séptimo?
Están tristes tus huéspedes,
la garrafa sin vida.
Tristes como tú, tristes
como está la olvidada.
Sin alegría, sin brillo,
hoy no comen ni beben.
Te atreviste al error, cómo pudiste:
No seis -los dos hermanos y el tercero,
y tú con la mujer y con los padres -,
sino siete. ¡Eran siete! ¡Si yo existo!
Pusiste la mesa para seis,
pero es que a seis no se reduce el mundo.
Espantar a los vivos es inútil,
quiero ser un fantasma con los tuyos.
( Con los míos...)
Como ladrón miedoso,
sin rozar tan siquiera alma ninguna.
El cubierto no puesto, yo, de frente
me siento la olvidada: soy la séptima.
El vaso de bebida se ha volcado
y todo lo que ansiaba derramarse:
sal de los ojos, sangre de las heridas,
que van cayendo del mantel al suelo.
Féretro, separación ¡ya no existen!
La mesa exorcizada y la casa despierta.
Presta como la muerte a un banquete de bodas,
soy la vida que llega, oportuna, a la cena.
No eres madre: ni hermano, ni hijo, ni marido.
Y ni siquiera amigo. Te reprocho,
cuando pusiste para seis aquella mesa,
que a mí no me dejases ni la esquina siquiera.
*
6 de marzo de 1941
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Marina Tsvietáieva nació en 1892 y se suicidó, ahorcándose, en 1941, al principio de la invasión nazi a Rusia. Casada con un militar de la Rusia Blanca, vivió en el exilio veinte años. Al regresar a su país, su marido fue fusilado y su hermana y su hija, con otros familiares y amigos, fueron deportados. En sus 48 años de vida, puede decirse que no vivió sino el hambre, la guerra, el exilio y la represión. Tan poco estudiada está su biografía, que no he logrado averiguar el nombre de su marido. Aún me faltan algunas enciclopedias que consultar pero no estoy segura de hallar mucho más. Encontré este poema de 1941, mismo año de su muerte, como queda dicho.
Os dejo un enlace con ese "algo más" que ha patentado Fractal para cual :)

26 enero 2007

Silvia Plath

Filo
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La mujer alcanzó la perfección.
Su cuerpo
muerto muestra la sonrisa de realización;
la apariencia de una necesidad griega
fluye por los pergaminos de su toga;
sus pies
desnudos parecen decir:
hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Los niños muertos, ovillados, blancas serpientes,
uno a cada pequeña
jarra de leche, ahora vacía.


Ella los ha plegado
de nuevo hacia su cuerpo; así los pétalos
de una rosa cerrada, cuando el jardín
se envara y los olores sangran
de las dulces gargantas profundas de la flor de la noche.
La luna no tiene porqué entristecerse,
mirando con fijeza desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negros ojos crepitan y se arrastran.
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El 5 de febrero de 1963, S. Plath, escribe éste poema que será el último. El día 11, a las 6 de la mañana, lleva a la habitación de sus hijos una bandeja con el desayuno: dos jarritas de leche y pan con mantequilla. Luego, se encierra en la cocina, tapa todos los resquicios con toallas, abre el gas y mete la cabeza en el horno. La encuentran cinco horas más tarde, aún tibia.
Había nacido el 27 de octubre de 1932.

24 enero 2007

Oscar Wilde

El Maestro
*
Cuento completo
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Y cuando las tinieblas cayeron sobre la tierra, José de Arimatea, después de haber encendido una antorcha de madera resinosa, descendió desde la colina al valle.
Porque tenía que hacer en su casa. Y arrodillándose sobre los pedernales del Valle de la Desolación, vio a un joven desnudo que lloraba.
Sus cabellos eran color de miel y su cuerpo como una flor blanca; pero las espinas habían desgarrado su cuerpo, y a guisa de corona, llevaba ceniza sobre sus cabellos.
Y José, que tenía grandes riquezas, dijo al joven desnudo que lloraba.
-Comprendo que sea grande tu dolor porque verdaderamente Él era justo. Mas el joven le respondió:
-No lloro por él sino por mí mismo. Yo también he convertido el agua en vino y he curado al leproso y he devuelto la vista al ciego. Me he paseado sobre la superficie de las aguas y he arrojado a los demonios que habitan en los sepulcros. He dado de comer a los hambrientos en el desierto, allí donde no hay ningún alimento y he hecho levantarse a los muertos de sus lechos angostos, y por mandato mío y delante de una gran multitud, una higuera seca ha florecido de nuevo. Todo cuanto él hizo, lo he hecho yo.
-¿ Y por qué lloras entonces?
-Porque a mí no me han crucificado.

20 enero 2007

Luis Alberto de Cuenca

En la tumba de Joker
*


Vuestra vida, queridos amigos, (más que amos),
es tan larga, tan larga, que se me hace difícil
imaginar la muerte que, sin duda, os espera.
~
Yo, en cambio, ya me he muerto. No hubiera soportado
que vosotros lo hicierais antes. En este sueño
perpetuo que es la muerte, os sueño a todas horas,
recordando el amor y la fe que me disteis
(pese a la condición humana, que es frágil y voluble)
en estos muchos años -pocos para vosotros-
que hemos vivido juntos. Y ese amor y esa fe
que me disteis y os di nunca mueren del todo.
~
Se quedan en el aire, suspendidos encima
de la tumba de hierba donde por siempre yace
este golden retriever que fue vuestro. Por eso,
y porque fui feliz en vuestra compañía
no tengo miedo ahora, ni estoy solo, ni araño
con mis patas el manto de tierra que me cubre,
y sigo siendo vuestro en la memoria, amigos.

19 enero 2007

Rudyard Kipling

Un perro para Jesús
*

Yo quisiera que alguien le hubiera dado a Jesús
un perro tan fiel y cariñoso como el mío,
que hubiera dormido junto a Él en el pesebre,
que lo hubiera mirado con amor,
y lo hubiera adorado por ser Divino.


Al crecer Nuestro Señor, lo hubiera seguido
a través de los días y los años,
mientras predicaba a las muchedumbres,
resucitaba a los muertos,
o se arrodillaba en el Huerto de los Olivos para rezar.


Es muy triste saber que Jesús se enfrentó solo a la muerte
sin el amor de un perro que le acompañara
para confortar su corazón.


Y cuando Jesús resucitó la mañana de Pascua
¡que feliz habría sido al ver a su perro
y como éste lamería Sus manos
lleno de alegría por volver a verle!


Pero, ahora Jesús, ya tiene un perro.
Hace poco que le he enviado al mío
mi viejo compañero, tan querido por mí.


Día tras día, durante mucho tiempo
adonde quiera que fui, cuatro patas decían:
¡Espérame, que voy contigo...!


Y era feliz, corriendo tras mis pasos.
Ahora sonrío a través de mis lagrimas,
en este primer día en que me falta su compañía
sabiendo que acompaña a Jesús en la Eternidad.

18 enero 2007

Isaac Bashevis Singer

El esclavo
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(fragmento del capítulo II)
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A Wanda le resultaba más duro el camino cuesta abajo que cuesta arriba. Ahora le pesaban los cántaros de la leche y le pesaba el corazón. Pero el miedo casi la hacía correr por las pendientes. El camino atravesaba malezas, matorrales y bosques; de la espesura llegaban extraños murmullos y siseos. Ella sabía que andaban sueltos los duendes y los espíritus burlones, y que podían gastarle malas bromas: poner una piedra en medio del camino, colgarse de los cántaros para que pesaran más, enredarle el pelo o ensuciar la leche con estiércol del diablo. En el pueblo y en las montañas de los alrededores abundaban los malos espíritus. Cada casa tenía el suyo, que vivía detrás del fogón. Los caminos estaban infestados de hombres-lobo y de enanos, cada monstruo con sus añagazas particulares. Ululó un búho. Las ranas croaban con voz de persona. Kobalt, el diablo que hablaba con el vientre, no andaba lejos de allí; Wanda oía su respiración jadeante, que sonaba a estertor de muerte. Pero el miedo no mitigaba la pena de amor. El hecho de que el esclavo judío la hubiera rechazado no hacía sino aumentar su deseo. Lo hubiera dejado todo: su pueblo, su casa, su familia y desnuda con las manos vacías se hubiera ido tras de Jacob. Muchas veces se decía que era una necia por enfadarse. ¿Quién era aquel hombre? Si ella quería, cualquiera de los hombres del pueblo lo mataría, y nadie lloraría su muerte. Pero, ¿de qué sirve matar si amas a la víctima? Sentía en la garganta una pena que la ahogaba. Le escocía la cara como si la hubiese abofeteado. A ella siempre la habían acosado los hombres, su propio hermano e incluso el guardador de los gansos. Jacob tenía una voluntad más fuerte.
"¡Es un hechicero! -se dijo Wanda -. Me ha embrujado"
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I. Bashevis Singer, ganó el Nobel de Literatura en 1978. Judío polaco, sus primeras obras fueron en hebreo y en yiddish. En 1935 se trasladó a USA. Esta novela transcurre en el siglo XVII, después de la destrucción de muchas comunidades judías a manos de los cosacos ucranianos. Jacob salva la vida, pero lo venden como esclavo. Finalmente conquistado por el amor de Wanda, que no es judía, el conflicto se convierte en algo parecido a ese viaje de regreso que relata el fragmento.

17 enero 2007

Raymond Carver

En plena noche con niebla y caballos
*
*
Estaban en el cuarto de estar. Se decían
adioses. El fracaso repicando en sus oídos.
Habían pasado mucho juntos, pero ya
no podían dar ni un paso más. Brotaban lágrimas
cuando de la niebla salió un caballo
que entró en el jardín delantero. Luego otro, y
otro. Ella salió y dijo:
"¿De dónde venís, caballitos?"
y paseó entre ellos, sollozando,
tocándoles los flancos. Los caballos se pusieron
a hacer corvetas en el jardín.
Él hizo dos llamadas: una llamada directamente
al sheriff - "a alguien se le han escapado los caballos".
Pero hubo también otra llamada.
Luego se unió a su mujer en el jardín
delantero, donde hablaron y murmuraron
a los caballos, juntos. (Todo lo que pasaba
ahora pasaba en otra época).
Los caballos pastaban la hierba del jardín
aquella noche. Una luz roja
resplandeció cuando un sedán surgió de la niebla.
Vinieron voces de la niebla.
Al final de esa larga noche,
cuando al fin entrelazaron los brazos
su abrazo estaba lleno de
pasión y recuerdos. Cada uno recordó
la juventud del otro. Ahora algo había terminado,
otra cosa corría a ocupar su lugar.
Llegó el momento mismo de la despedida
"Adiós, sigue" - dijo ella.
Y la dura separación.
Mucho después
él recordaba haber hecho una llamada desastrosa.
Una en la que tuvo que insistir e insistir,
una maldición. Se redujo
a eso. El resto de su vida.
Maldición.
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Carver, está reconocido como uno de los grandes escritores de relatos breves. No menos notable es su poesía, que tiene la misma personalidad de sus cuentos y un parecido hilo argumental. Carver siempre parte de una situación actual drámatica, de la que apenas apunta antecedentes y deja los finales abiertos a cualquier posibilidad; que elija el lector.
El enlace para más Carver http://maruska.soria.org/carver.htm

Albert Camus

El exilio de Helena
*
En un pequeño libro titulado "El Verano", Camus reflexiona sobre sus raíces mediterráneas, en una serie de artículos escritos entre 1939-1953. Os dejo un fragmento de uno de ellos.
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El Mediterráneo tiene un sentido trágico solar, que no es el mismo que el de las brumas. Ciertos atardeceres -en el mar, al pie de las montañas -, cae la noche sobre la curva perfecta de una pequeña bahía y, desde las aguas silenciosas, sube entonces una plenitud angustiada. En esos lugares se puede comprender que si los griegos han tocado la desesperación ha sido siempre a través de la belleza y de lo que ésta tiene de opresivo. En esa dorada desdicha culmina la tragedia. Nuestra época, por el contrario, ha alimentado su desesperación en la fealdad y en las convulsiones. Y por esa razón, Europa sería innoble, si el dolor pudiera serlo alguna vez.
Nosotros hemos exiliado la belleza; los griegos tomaron las armas por ella. Primera diferencia, pero que viene de lejos. El pensamiento griego se ha resguardado siempre en la idea de límite. No ha llevado nada hasta el final -ni lo sagrado ni la razón -, porque no ha negado nada; ni lo sagrado, ni la razón. Lo ha repartido todo, equilibrando la sombra con la luz. Por el contrario, nuestra Europa, lanzada a la conquista de la totalidad, es hija de la desmesura. Niega la belleza, del mismo modo que niega todo lo que no exalta. En su locura, hace retroceder los límites eternos y, enseguida, oscuras Erinias se abaten sobre ella y la desgarran. Némesis vigila. Todos cuantos traspasan el límite reciben su despiadado castigo.
Los griegos, que se interrogaron durante siglos acerca de lo justo, no podrían entender nada de nuestra idea de la justicia. Para ellos, la equidad suponía un límite, mientras que todo nuestro continente se convulsiona en busca de una justicia que pretende total. Ya en la aurora del pensamiento griego, Heráclito imaginaba que la justicia pone límites al mismo universo físico. "El sol no rebasará sus límites; y si lo hace, las Erinias, defensoras de la justicia, darán con él"

13 enero 2007

Salustio

Conjuración de Catilina
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(fragmento del Prólogo)
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Todos los hombres que se afanan por ser más que los otros seres es bueno que se esfuercen por todos los medios para no pasar la vida en silencio, como las bestias, que la naturaleza creó inclinadas y esclavas del estómago. Toda nuestra fuerza, por otra parte, radica en el espíritu y en el cuerpo. El espíritu lo usamos más propiamente para mandar, el cuerpo para obedecer. El uno nos es común con los dioses, el otro con los animales. Por lo cual a mí me parece que es mejor buscar la gloria con el recurso de la inteligencia que con el de la fuerza, y puesto que la vida que gozamos es en sí misma breve, hacer que el recuerdo de nosotros sea lo más largo posible. Pues la gloria de las riquezas y de la belleza es lábil y quebradiza, la virtud la poseemos con lustre y para siempre.
Ahora bien, durante largo tiempo se discutió mucho entre los hombres si las acciones militares resultan más de la fuerza física o de las virtudes del espíritu. Pues antes de empezar hay que deliberar, y una vez deliberado hay que actuar inmediatamente. Así que ambas cosas, precarias por sí mismas, necesitan el concurso una de la otra.
.....
Cuanto los hombres aran, navegan, edifican, todo, depende de la energía humana. Pero muchos mortales, entregados al estómago y al sueño, sin enseñanza ni cultura, pasan la vida como viajeros en tierra extraña; para los cuales en verdad, en contra de la naturaleza, el cuerpo les ha valido de placer, el alma, de carga.
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Salustio vivió entre el 86 y el 35 a.J.C. y su trayectoria política fue más bien tormentosa y poco honesta. Salvó su puesto de senador, gracias a su amistad con César, que le nombró gobernador de Numidia, dónde acumuló, fraudulentamente, una escandalosa fortuna. Muerto César, su interés derivó hacia la historia, donde sí que parece que analizó honestamente los sucesos que relata. Si como político tuvo enemigos encarnizados, como historiador fue estimado por Séneca, Tácito, Quintiliano y muchos otros en los siglos posteriores. Se dice que su penetración analítica recuerda a Tucídides, aunque su lenguaje sea algo arcaizante.

Gerald Durrell

Mi familia y otros animales
*
(fragmento)
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... Esta vez fue un palomo. Era todavía muy joven y había que alimentarle a la fuerza a base de pan con leche y cereal mojado. Era el pájaro más repulsivo del mundo, con las plumas pugnando por salirle del rojo pellejo arrugado, mezcladas con el horrible plumón amarillo que recubre a las palomas recién nacidas, que no parece sino que se decoloran el pelo. Debido a esta apariencia repugnante y a su obesidad, Larry propuso llamarle Quasimodo, y yo, gustándome el nombre sin darme cuenta de sus resonancias, accedí.
...Por efecto de su nada ortodoxa crianza y del hecho de no tener padres que le enseñaran las cosas de la vida, Quasimodo estaba convencido de no ser en realidad un ave y se negó a volar. En su lugar, iba a todas partes andando. Si le apetecía subirse a una mesa o a una silla, se metía debajo y, ladeando la cabeza, arrullaba con su rico timbre de contralto hasta que alguien le subía.
... Fue Larry quien descubrió que Quasimodo era un palomo musical. No solo le gustaba la música, sino que a todas luces parecía reconocer dos variedades distintas, el vals y la marcha militar. Con música corriente se pegaba lo más posible al gramófono y permanecía allí sentado, con los ojos entornados, inflado el buche y ronroneando quedo. Pero si la melodía era un vals, daba vueltas y vueltas alrededor del aparato, inclinándose, retorciéndose, arrullando con voz trémula. Si era una marcha, en cambio -y preferentemente, las de Sousa -, se erguía en toda su altura, ahuecaba el pecho y marcaba el paso por toda la habitación, con arrullo tan rico y cavernoso que parecía estrangularse de un momento a otro.
... Un día aciago constatamos, al despertar a Quasimodo, que nos había engañado a todos, porque entre los cojines yacía un reluciente huevo blanco. De aquel trauma no llegó a recuperarse. Se volvió amargado, taciturno, o más bien, taciturna, picaba como una fiera si intentábamos cogerla. Puso después otro huevo y su carácter cambió por completo. Estaba más salvaje cada día y nos trataba como a sus peores enemigo, acercándose de tapadillo a comer a la puerta de la cocina como si temiera por su vida.
... La última vez que la vi estaba sentada en un olivo, arrullando de la manera más coqueta y pretenciosa, mientras un poco más allá en la misma rama un palomo grande y de aspecto muy masculino se contorsionaba y arrullaba en perfecto éxtasis de admiración.
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Gerald Durrell, escritor y naturalista (o viceversa) combina en sus libros la autobiografía, el retrato de gentes y lugares y el relato de humor en una mezcla perfecta. "Mi familia y otros animales" es la primera parte de una trilogía que completa con "Bichos y demás parientes" y "El jardín de los dioses" . Hermano de Lawrence Durrell (Larry) famoso autor del "Cuarteto de Alejandría", no le va a la zaga en cuanto a calidad literaria, si bien en otra dimensión :) Coger un libro de G. Durrell, es asegurarse una docena de sonrisas, cuando no, francas carcajadas, por página.

10 enero 2007

Victor Frankl II

El hombre en busca de sentido
*
(fragmentos)
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Contraportada.
El doctor Frankl, psiquiatra y escritor, solía preguntar a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos: "¿Por qué no se suicida usted?" Y, muchas veces, de las respuestas extraía una orientación para la psicoterapia a aplicar: a éste, lo que le ata a la vida son los hijos; al otro, un talento, una habilidad sin explotar; a un tercero, quizá, sólo unos cuantos recuerdos que merece la pena rescatar del olvido. Tejer estas tenues hebras de vidas rotas en una urdimbre firme, coherente, significativa y responsable es el objetivo con que se enfrenta la Logoterapia.
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Juguete del destino.
Para una persona ajena a la vida en el lager, le resultaría incomprensible el poco valor que se le concedía a la vida humana. El prisionero ya se encontraba con el corazón endurecido, pero cada vez que se organizaba un "convoy" de enfermos se avivaba en él esa conciencia de absoluto desprecio por la vida. Los cuerpos demacrados o acartonados se tiraban sobre unas carretillas, empujadas por otros prisioneros a lo largo de varios kilómetros, a veces entre tormentas de nieve, hasta alcanzar el campo más próximo. Si algún pobre enfermo moría antes de de salir se le echaba igualmente en la carretilla, ¡porque la lista de prisioneros tenía que cuadrar! La lista era lo único importante.
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El destino, un regalo.
... Esta joven conocía su muerte cercana, cuestión de días. Con todo se encontraba serena y algo animada. Conversé con ella: "Me alegro de que el destino se haya cebado en mí con tanta dureza. En mi vida anterior fui una niña consentida y no cumplía con mis deberes espirituales" Señaló la ventana del barracón y me dijo: "Aquel árbol es el único amigo que me queda en esta soledad". Era cierto, por la ventana se acertaba a ver una rama de un castaño con dos brotes en flor. "A menudo le hablo a ese árbol", me dijo.
Yo me notaba atónito, aturdido, sin saber cómo encajar esas palabras. ¿Deliraba? ¿Sufría alucinaciones? Con algo de ansiedad le pregunté si el árbol le contestaba:
"¡Sí!
"¿Y qué le dice?" Respondió:
"Me dice: ¡Estoy aquí, estoy aquí, yo soy la vida, la vida eterna!"
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Añoranza de soledad.
... Detrás del barracón de trabajo, donde se hacinaban unos cincuenta pacientes delirantes sobre un suelo de tierra, descubrí un lugar tranquilo junto a la doble alambrada que rodeaba el campo. Allí habían improvisado una tienda con unos cuantos postes y unas ramas de árbol para guarecer a unos seis cadáveres (la media diaria de muertes en el campo).
... Cuando no eran reclamados mis servicios, aprovechaba para sentarme en cuclillas sobre el pozo y contemplar el florecer de las verdes laderas y las lejanas colinas del paisaje bávaro, enmarcado por las mallas de alambre de espino.
... Los cadáveres tendidos a mi alrededor, hormigueantes de piojos, no me perturbaban lo más mínimo.
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La pregunta por el sentido de la vida.
Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida. Debemos aprender por nosotros mismos, y también enseñar a los hombres desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosostros.
Dejemos de interrogarnos sobre el sentido de la vida y, en cambio, pensemos en lo que la existencia nos reclama continua e incesantemente. Y respondamos no con palabras, ni con meditaciones, sino con el valor y la conducta recta y adecuada. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante particular.
... Jamás se podrá responder a las preguntas sobre el sentido de la vida con afirmaciones absolutas. "Vida" no significa algo vago o indeterminado, sino algo real y concreto, que conforma el destino de cada hombre, un destino distinto y único en cada caso singular. Ningún hombre ni ningún destino pueden compararse a otro hombre o a otro destino.
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Nosotros, espero, nunca tendremos que pasar por el horror de un campo de exterminio nazi, pero tendremos que sufrir otras tragedias en la vida. Buscarles un sentido para "poder" con ellas, no es fácil. Yo pasé la primera sesión de quimioterapia mirando una pared feísima durante tres horas seguidas y luego, me encontraba muy mal durante muchos días. No tenía fuerzas ni para mí, pero también tenía que cuidar a mi padre. No sabía dónde volver los ojos que no viera oscuridad. Pero..., a la segunda sesión de quimio me presenté con un enorme ramo de flores que las enfermeras distribuyeron en varias botellas de agua y colocaron por la sala y en casa, empecé a hacer mi web de hadas. Y así, de alguna manera, fui dueña de mi vida, al menos entre espasmo y espasmo de dolor. Como yo, tantísimas personas, como en el campo de Frankl, de lo que no pueden evitar, por doloroso que sea, intentan y, a veces consiguen, encontrar su "sentido de la vida particular"

07 enero 2007

Viktor E. Frankl

La huída hacia el interior
*
A pesar del primitivismo físico y mental impuestos a la fuerza, en el campo de concentración aún era posible desarrollar una profunda vida espiritual. Las personas de mayor sensibilidad, acostumbradas a una rica vivencia intelectual, sufrieron muchísimo (su constitución era endeble y enfermiza), sin embargo, el daño infligido a su ser íntimo fue mucho menor, al ser capaces de abstraerse del terrible entorno y sumergirse en un mundo de riqueza interior y de libertad de espíritu. Sólo así se explica la aparente paradoja de que, a menudo, los menos fornidos parecían soportar mejor la vida en el campo que los de constitución más robusta.
Para aclarar esta cuestión me veo de nuevo obligado a recurrir a mi experiencia personal. Contaré la serie de rutinas que se repetían cada mañana, antes del alba, cuando nos dirigíamos andando hacia el lugar de trabajo.
Las órdenes sonaban chillonas: "¡Atención, destacamento adelante! ¡Izquierda, 2,3,4! ¡El primer hombre, media vuelta a la izquierda, izquierda, izquierda,izquierda! ¡Gorras fuera!"
Todavía retumban en mis oídos esas palabras. A la orden de ¡Gorras fuera! atravesábamos la verja del campo, mientras nos enfocaban con los reflectores. Quien no desfilara con marcialidad recibía una patada, pero peor suerte corría aquel que, para protegerse del frío, se calaba la gorra hasta las orejas antes de recibir el permiso pertinente.
La oscuridad del alba nos hacía caminar a tientas, y así tropezábamos con las piedras y pisábamos los charcos de aquella única carretera de acceso al campo. Los guardianes nos conducían a culatazos de sus rifles sin dejar en ningún momento de chillarnos. Los que andaban con los pies llagados se apoyaban en el brazo de su vecino. Apenas se oía una palabra entre nosotros porque el viento helado no propiciaba la conversación. Con la boca protegida por el cuello de la chaqueta, el hombre que marchaba a mi lado me susurró de improviso: "¡Si nuestras mujeres nos vieran ahora! Espero que ellas estén mejor en sus campos y desconozcan nuestra situación"
Sus palabras avivaron en mí el recuerdo de mi esposa.
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Este capítulo, completo, pertenece al libro "El hombre en busca de sentido", que estoy leyendo ahora. Como superviviente de los campos de concentracion nazis y en su calidad de psiquiatra, el libro resulta esclarecedor, aunque terrible por esa misma lucidez. Os dejo este enlace por si aún no lo conocéis.

Homero

La Odisea
*
(fragmento del Canto XII)
*

Entretanto la sólida nave en su curso ligero
se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelía
mas de pronto cesó aquella brisa, una calma profunda
se sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.
Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela,
la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo,
blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.
Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera
y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando
con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eran
poderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.

.
Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos
y, a su vez, me ataron de piernas y manos
en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego,
a azotar con los remos volvieron al mar espumante.
Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito
y la nave crucera volaba, mas bien percibieron
las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro:

.
"Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises,
de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto,
porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda
a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye.
Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas:
los trabajos sabemos que allá por la Tróade y sus campos
de los dioses impuso el poder a troyanos y argivos
y aún aquello que ocurre doquier en la tierra fecunda".

.
Tal decían exhalando dulcísima voz y en mi pecho
yo anhelaba escucharlas. Frunciendo mis cejas mandaba
a mis hombres soltar mi atadura; bogaban doblados
contra el remo y en pie Perimedes y Euríloco, echando
sobre mí nuevas cuerdas, forzaban cruelmente sus nudos.
Cuando al fin las dejamos atrás y no más se escuchaba
voz alguna o canción de Sirenas, mis fieles amigos
se sacaron la cera que yo en sus oídos había
colocado al venir y libráronme a mí de mis lazos.

06 enero 2007

Gioconda Belli

Huelga
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Quiero una huelga donde vayamos todos.
Una huelga de brazos, piernas, de cabellos,
una huelga naciendo en cada cuerpo.
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Quiero una huelga
de obreros de palomas
de choferes de flores
de técnicos de niños
de médicos de mujeres.
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Quiero una huelga grande,
que hasta el amor alcance.
Una huelga donde todo se detenga,
el reloj las fábricas
el plantel los colegios
el bus los hospitales
la carretera los puertos.
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Una huelga de ojos, de manos y de besos.
Una huelga donde respirar no sea permitido,
una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos del tirano que se marcha.

05 enero 2007

Eduardo Galeano

Los nadies
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Cuento completo
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Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

04 enero 2007

Augusto Monterroso


El Conejo y el León
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(Fábula. Texto completo)

Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no sólo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.
En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.

03 enero 2007

Almudena Grandes

Estaciones de Paso
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Demostración de la existencia de Dios
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(fragmento del primero de los cinco cuentos que componen el libro)
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Mira, Dios, ésta es tu última oportunidad, te lo digo en serio, y te lo digo ahora cuando está sonando el himno, y luego viene el rollo de las fotos, y eso... Después, cuando empiece el partido, ya no hay trato. Quiero decir que ya no se puede cambiar, o sea, que lo que tengas que decidir, que lo decidas ahora, bueno, yo me entiendo, y tú también, ¿no...? Se supone que tú lo entiendes todo, por lo menos eso dice el plasta del calvo ese que me da la vara todos los jueves por la mañana en el instituto, porque ya sabrás que después de lo de Ramón, mamá me ha apuntado a Religión, que es lo que dice el Rana, joder con los padres progres, tanto largar, tanto largar, o sea, que si han corrido delante de los grises, que si hacían asambleas de esto y de lo otro, mucha foto con barbas y melenas, y hasta levantando el puño delante de la Casa Blanca, que esa foto de mi viejo sí que es guapa, la verdad, pero luego, ¡toma!, a Religión, con lo bien que estaba yo dando Ética, no te jode... Claro que entre las abuelas y el facha del tutor les tenían locos, y no estaba el horno para bollos, porque menuda putada, tío, que ahí sí que te pasaste, pero tres pueblos te pasaste, cabrón... Vale que ésta no es la mejor manera de empezar, pero total, como tú ya lo sabes todo, ¿no?, pues eso... Y luego lo que dice el calvo, que hasta viene en la Biblia, por lo visto, o sea, que en el cielo hacéis una fiesta mucho más grande cuando se convierte un enemigo, como quien dice, que cuando llega uno de los vuestros ¿no? Más o menos, así que tú verás lo que te conviene si tienes ganas de juerga, tío, porque yo, desde luego, de los vuestros no soy, ya lo sabes... Desde lo de Vallecas, Porque yo al de la camisa blanca, ese que salió por la tele, el que iba andando entre los restos del autobús justo después del atentado, pues a ese le conozco, ¿sabes?, o sea, yo exactamente no, pero mi viejo sí, de toda la vida, porque mi viejo es vallecano, con c, como dice él, que lo de la k es de anteayer, y eso que a mí lo de la k me mola un huevo, pero bueno como yo soy de la Latina, pues me callo... Pero ahí fue cuando dije, os vais a tomar por culo todos, pero todos, ¿eh? ¡Hala!, a rezar, largo de aquí, que sois todos lo mismo, igual de hijos de puta, porque a mi viejo se le saltaron las lágrimas de rabia, y a mí eso me impresionó mucho, que quieres que te diga, yo no podía saber que ahora iba a estar harto de ver llorar a mi padre...
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Este es el que más me gusta de los relatos que contiene el libro. Cómo hay otros cuatro, no lo estropeo, si os digo que el adolescente que le da voz, le pide explicaciones a Dios acerca de aquello que le supera, catalizado en la muerte de su hermano a causa de una leucemia. Un soliloquio que transcurre entre la multitud y la fiebre de un encuentro de futból, que su equipo también perderá.

02 enero 2007

Adolfo Bioy Casares

La sierva ajena
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(fragmento)
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En alguna parte leí que un apretado tejido de infortunios labra la historia de los hombres, desde la primera aurora, pero a mí me agrada suponer que hubo períodos tranquilos y que por un inapelable golpe de azar me toca vivir el momento, confuso y épico, de la culminación. Dirán, tal vez, que éste es el clamor, nada filosófico, de un sujeto oscuro y apocado; yo replicaría que, justamente, porque soy un sujeto oscuro y apocado, es curioso, aún significativo, que pueda testimoniar sobre más de un hecho tremendo. Sirva de prueba: Yo he visto, con mis propios ojos, el fin, el derrumbe, la aniquilación de una gran dama. Como siempre ocurre (por mucho que aguce cada cual la facultad de prever) inesperadamente, actores y espectadores, nos encontramos en medio de la tragedia.
Según mi experiencia, lo que pasa, pasa en las reuniones. El escenario de aquella reunión era la sala de la referida gran dama, Tatá Laserna, no menos inolvidable porque hoy muy pocos la recuerdan. No describiré a Tatá como una señora obesa, pero tampoco afirmaré que era alta. Eso sí, tenía -para emplear una frase que hoy tal vez parezca audaz, pero que entonces andaba de boca en boca, porque la había acuñado un hombre valioso y querido, un maestro de la juventud, un crítico de arte, una pluma de primera - tenía, repito, sentido del color. Gorda, baja, abundantemente maquillada, envuelta en hermosas telas que reproducían, íntegra, la paleta del artista o el mismo espectro luminoso, dando gritos cortos, jadeante, festiva, seguida del joven de turno; ¡qué alejada estaba la pobre -como todos nosotros, por lo demás - de la inminente catástrofe!
-Parece una gallina de lienzo, una gallina seguida por el pollo único - exclamó Keller.
Pensé: nada de eso. Corregí:
-Una gallina fabricada con multitud de pequeños trapos, cada uno de color distinto. En cuanto a lo de "pollo único", ¡cómo no!