28 febrero 2009

Franca, Jacopo y Darío Fo (2 y 3)

Marcela, una lectora de este blog, me escribió para pedirme un monólogo de esta obra, de la que ya publiqué uno que encontraréis en la misma etiqueta que éste y que, si no habéis leído, os lo aconsejo, porque es también muy divertido. Hoy os dejo dos cortitos.

Tengamos el sexo en paz
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La Virginidad
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Otro tema sobre el que hay mucha confusión es la virginidad.
¡Una pesadilla!
No se sabe por qué, pero las que ya no son vírgenes cuentan a las vírgenes... en relación con "ese momento... unas historias terroríficas! "Él, con su ariete, tiene que rasgar tu himen....¡Ahaaaa, qué pánico!" y luego la sangre... Hay culturas que siguen exponiendo las sábanas manchadas de sangre tras la noche de bodas..., sangre, sangre... Así que, cuando me llegó "ese momento", me esperaba surtidores de sangre... el techo manchado de sangre... "¿Cómo podré limpiarlo?"
Después descubrí que era puro invento. Es un hecho natural, que si se realiza con amor, no es nada...
Además, os informo de que el 20% de las mujeres no tienen himen, o lo tienen tan fino que se rasga de manera casual.
Ahora deberíamos guardar un minuto de silencio por ese 20% de mujeres que a lo largo de los siglos han sido acusadas de no ser vírgenes, sólo porque no tenían himen.
Además, hombres, nadie os obliga... ¡RAS...! ¡Ni que fuera la toma de las Bastilla! ¿Ella está angustiada? Pues un empujoncito hoy, otro empujoncito mañana...
Al terminar una función, vino a verme una chica:
"Qué bien has hecho en decir lo del empujoncito hoy, el empujoncito mañana, porque mis amigas se reían de mí..., me casé el 15 de diciembre... un empujoncito hoy, otro empujoncito mañana... y por fin, el 18 de mayo..."
Le costó un poco, pero no ha tenido ningún trauma.
En Dinamarca, por ejemplo, en segundo ciclo de enseñanza básica proyectan unos dibujos animados que enseñan a las niñas de 11, 12 o 13 años, a liberarse del himen con las uñas.
Es otra cultura.
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Los hombres, qué fantasmas
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En toda la historia del mundo, nosotros, los modernos, hemos sido los primeros en plantearnos el problema de nuestro placer. Cuando la gente trabajaba 18 horas diarias, no les quedaban energías que dedicar al acto sexual. Estaban agotados, comían, se acostaban, tran-tran-tran, y desspués, grrrrr... (Ronca)
Hoy en día sigue ocurriendo, aunque se trabaje mucho menos.Algunas amigas mías se quejan de que trun-trun-trun, y después, grrrrr, sin decir siquiera : "Gracias, cariño, ¿quieres una copa?"
Para los hombres, exhibir su disfrute se ha convertido en un símbolo de status social: una esposa, una novia, un novio, tres amantes ..., y ¡hala, a presumir!
Cómo ese actor inglés que afirmaba haber copulado tres mil veces en cinco años, con tres mil mujeres distintas. ¡Tres mil! ¿Dónde está la gracia de hacerlo así... en plan conejo mecánico? (Jadea rápidamente) "Aha aha... gracias guapa ¡Aha aha! ¿Te ha gustado?... ¡Aha aha! ¿Cómo te llamas?" , etcétera.
Auténticos trabajos forzados.
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No necesita comentario; lo encontraréis en el primer post de esta obra.

13 febrero 2009

William Saroyan

Mi nombre es Aram
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La historia del caballo blanco. Final.
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Una mañana, cuando íbamos a encerrarlo en el granero de la viña desierta de Fetvajián, nos topamos de manos a boca con el granjero John Byro, que venía de la ciudad.
--Deja que le hable yo - dijo mi primo -. Yo sé bien cómo hay que tratar con los granjeros.
--Buenos días, John Byro - dijo Murad.
El granjero se quedó mirando con mucha atención al caballo.
--Buenos días, hijos de mis amigos - contestó-. ¿Cómo se llama este caballo vuestro?
--Se llama Corazón - le dijo mi primo Murad en armenio.
--Bonito nombre - dijo John Byro - para un caballo tan bonito. Podría jurar que es el mismo que me han robado hace unos meses. ¿Me dejáis que le mire la boca?
--Naturalmente - dijo el primo Murad.
El granjero le miró la boca al caballo.
--Pelo por pelo y diente por diente - dijo-. Si no conociese tan bien a vuestros padres, juraría que era éste mi caballo. Pero bien sé la fama de honradez de vuestra familia. Sin embargo, el caballo es hermano carnal del mío. Si yo fuera desconfiado, creería más a mis ojos que a mis sentimientos. Adiós, amigos míos.
--Buenos días, John Byro - contestó mi primo Murad.
A la mañana siguiente, temprano, cogimos el caballo y lo llevamos a la granja de John Byro y se lo dejamos en el granero. Los perros vinieron detrás de nosotros sin dar un ladrido.
--Estos perros... - le dije yo muy bajo a Murad -. Creí que iban a ladrar.
--A otro cualquiera le ladrarían- dijo Murad -. Pero yo sé cómo hay que entenderse con los perros.
Mi primo Murad abrazó al caballo, juntó su nariz con la nariz del animal, le acarició y luego nos fuimos.
Aquella tarde John Byro vino a nuestra casa en su tartana y le enseñó a mi madre el caballo robado y devuelto.
--Yo no sé que pensar - dijo -. El animal ha venido más gordo que se fue. Y más manso también. Doy gracias a Dios.
Mi tío Kosrove, que estaba en la salita, se excitó y empezó a bramar:
--Calma, hombre, calma. El caballo ya ha aparecido. No tiene ninguna importancia.
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Comentario: El tío Kosrove cierra la historia con las palabras justas. La aventura del caballo y los niños ha durado lo justo y los mayores hacen como que no se enteran de nada para dejarles vivir unos días como en "la vieja patria", pero sin que se menoscabe, de manera irreparable, la ancestral honradez de la familia. Para Byro, esos niños y sus familias son, también, la única familia que tiene en ese país extraño y está dispuesto a comulgar con ruedas de molino antes que perderla y sabiendo, además, que el caballo le será devuelto.
El primo Murad, es el hacedor de milagros; cura a los pájaros, los perros no le ladran y los caballos le obedecen; es la bondad personificada, el mismo espíritu de la naturaleza, compatible con el ansia de aventura de un niño que lleva en el alma la nostalgia de tiempos y tierras que ni conoció. Aram, en cambio, nunca logra montar bien al caballo. Ya ha empezado a distanciarse un tanto de la antigua vida de su familia y su comunión con la naturaleza es más que nada, un potente deseo y no algo que aparece espontáneamente, como en Murad. Por eso, no para de hacer preguntas, sin saber que nunca podrán darle una respuesta satisfactoria y racional.
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William Saroyan

Mi nombre es Aram
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La historia del caballo blanco. Fragmento 3
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--No era fácil -me dijo - coger un caballo y dominarlo así como así. Primero hay que dejarle rienda suelta, que corra lo que quiera; pero como te he dicho, yo manejo bien un caballo. Y me las arreglo para hacer que él quiera lo que yo quiero que haga. Y los caballos ya me entienden.
--¿Y cómo haces para que te entiendan?- dije yo.
--Yo entiendo bien a los caballo.
--Pero ¿qué manera tienes de entenderlos? - le seguí preguntando.
--Muy sencillo y sin trucos.
--Bueno-le dije - pero yo quiero que me expliques cómo has conseguido entender tan bien a los caballos.
--Tú todavía eres chico - me dijo -. Cuando tengas trece años sabrás cómo hay que hacer para entenderse con un caballo.
Llegué a casa y tomé un buen desayuno.
Por la tarde, el tío Kosrove vino a nuestra casa por café y cigarrillos. Se sentó en la salita, y entre sorbo y chupada se puso a recordar la patria. Luego llegó otro visitante, un granjero llamado John Byro, un asirio que, como no tenía con quién entenderse en su idioma, había aprendido a hablar armenio. Mi madre le trajo también al nuevo visitante café y tabaco, y él lió el cigarrillo y bebió un sorbo y echó humo y por fin, suspirando, dijo:
--Mi caballito blanco que me habían robado el mes pasado ha vuelto a desaparecer. No sé que pensar de ésto.
Mi tío Kosrove se puso muy excitado y bramó:
--No importa. Después de todo, ¿qué significa eso de perder un caballo? ¿No hemos perdido toda nuestra patria? ¿Qué es eso de llorar por un caballo?
--Esto está bien para uno como usted, que vive en la ciudad -dijo John Byro - pero ¿y mi tartana? ¿Para qué sirve una tartana no teniendo caballo?
--No hagas caso - bramó mi tío Kosrove.
--He tenido que andarme diecisiete kilómetros a pie para venir aquí- repuso John Byro.
--Usted tiene buenas piernas- bramó el tío.
--Pero la pierna izquierda me duele.
--No hagas caso - siguió gritando el tío.
--Ese caballo me costó sesenta dólares.
--Yo escupo al dinero - dijo mi tío Kosrove.
Y se levantó y se marchó con su porte majestuoso, cerrando de golpe la puerta.
Mi madre explicó:
--Tiene un gran corazón. Es sencillamente que tiene nostalgia de su tierra y que es un hombre que no da importancia al dinero.
Entonces el granjero se fue y yo corrí a casa de mi primo Murad. Estaba sentado en el huerto debajo de un albérchigo, intentando arreglar el ala herido de un petirrojo de cría que no podía volar. Le estaba hablando al pájaro.
--¿Qué pasa? - dijo al verme.
--El granjero John Byro. Ha venido a nuestra casa. Necesita su caballo. Ya hace un mes que lo tienes tú. Quiero que me prometas que no lo soltarás hasta que yo aprenda a montar.
--Pasará un año, antes de que tú aprendas a montar - dijo mi primo Murad.
--Tendremos el caballo un año.
--¿Qué?- bramó -. ¿Estás invitando a robar a un Garoglanián? El caballo tiene que volver a su legítimo propietario.
--¿Cuándo? - dije yo.
--Lo más tarde en seis meses.
Y soltó el pájaro en el aire. El pájaro movió las alas y estuvo a punto de caer por dos veces, pero al fin pudo sostenerse y voló alto y bien.
Y todas las mañanas muy temprano, por espacio de dos semanas, cogíamos mi primo Murad y yo el caballo del granero de la viña desierta donde lo teníamos escondido y montábamos; y todas las mañanas, cuando me tocaba la vez de montar solo, echaba el caballo a correr a través de las viñas y de los frutales y terminaba por tirarme y escapar. Pero yo no me desanimaba y esperaba con el tiempo aprender y llegar a montar lo mismo que mi primo Murad.

08 febrero 2009

William Saroyan

Mi nombre es Aram
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La historia del caballo blanco. Fragmento 2
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--Déjame que me vista un poco - le dije.
--Bien - dijo él -; pero date prisa.
Y empecé a vestirme corriendo.
Luego salté por la ventana al patio y monté en el caballo, detrás de mi primo Murad.
Este año vivíamos en las afueras de la ciudad, en la avenida del Nogal. Nuestra casa, por detrás, daba al campo; viñedos, huertas, canalillos de riego y caminos. En menos de tres minutos ya estábamos en la avenida del Olivo y entonces el caballo se puso al trote. El aire estaba limpio y daba gusto respirar. Eso de ir corriendo a caballo es maravilloso. Mi primo Murad, a quien tenían por uno de los más locos de la familia, empezó a cantar. Más que cantar, bramaba de gusto.
En todas las familias dicen que hay una vena de locos, y a mi primo Murad le tenían por el descendiente natural de esa vena loca de nuestra tribu. Antes que él venía el tío Kosrove, un tipo enorme con una cabeza soberbia de pelo negro y unos bigotes que eran los más grandes en todo el valle de San Joaquín; hombre de temperamento tan furioso, tan irritable, tan impaciente que a cualquiera que estuviera diciendo algo le paraba con un rugido: "No importa; no hagan caso"
Esto era todo, fuese cual fuese el tema de conversación. Una vez vino corriendo su propio hijo Arak, desde más de un kilómetro, hasta la barbería donde le estaban arreglando el bigote, a decirle que la casa estaba ardiendo. Entonces el tío Kosrove se puso derecho en la silla y rugió:
--No importa; no hagan caso.
El barbero le dijo:
--Pero dice el chico que su casa está ardiendo.
Y el tío Kosrove volvió a rugir:
--Basta; no importa, he dicho.
A mi primo Murad le consideraban descendiente natural de este hombre, aunque el padre de Murad era Zorab, que tenía buen sentido práctico y nada más. Así era en nuestra tribu. Un hombre podía ser el padre carnal de su hijo, pero eso no quería decir que por ello hubiera de ser su padre en espíritu. Y la distribución de los varios tipos de espíritu en nuestra tribu había sido desde el principio harto caprichosa y fluctuante.
El caso es que nosotros íbamos corriendo a caballo, y mi primo Murad cantaba. Para todo el que nos conocía, era como si estuviéramos en nuestra vieja patria, a la cual, según algunos de nuestros vecinos, seguíamos perteneciendo.
Y dejamos correr el caballo a todo galope sólo por el gusto de correr.
Luego, mi primo Murad dijo:
--Bájate. Tengo que correr solo.
--¿Me dejarás luego correr solo a mí?- le dije yo.
--Esto ya es cosa del caballo -dijo mi primo -. Bájate.
--El caballo, sí que me dejará correr -dije yo.
--Veremos -dijo él -. No olvides que yo sé manejar un caballo.
--Bueno-le dije yo -. Si tu sabes manejar un caballo, yo he de saber también.
--Por tu propio interés -dijo el- esperemos que sí. Bájate.
--Muy bien. Pero no olvides que tú me has prometido dejarme montar solo.
Yo me bajé y entonces mi primo Murad le apretó al caballo con los talones y gritó:
--Vazir, corre.
El caballo se levantó sobre las patas traseras, dio un bufido y arrancó a una velocidad de miedo, que era la cosa más hermosa que yo había visto nunca.
Mi primo Murad cruzó con él a todo galope una pradera de hierba seca hasta un canalillo, cruzó el canalillo de un salto y cinco minutos después estaba de vuelta, chorreando sudor.
El sol empezaba a salir.
--Ahora me toca a mí montar- dije yo.
Mi primo Murad bajó del caballo.
--Monta - dijo.
Yo monté en el caballo y por un momento pasé el miedo más horroroso que pueda imaginarse. El caballo no se movió.
--Dale con los talones- dijo mi primo -. ¿Qué estás esperando? Tenemos que volverlo a llevar antes de que nadie se despierte.
Yo le di con los talones. El caballo volvió a encabritarse y a bufar. Por fin echó a correr. Yo no sabía que hacer. En vez de tirar por la pradera de hierba seca, tiró hacia abajo por el camino, hacia la viña de Dikran Halabián y una vez allí empezó a saltar por encima de las cepas. Había saltado sobre siete cepas cuando me vi en el suelo.
Mi primo Murad vino también corriendo a donde yo estaba.
--No lo siento por ti - gritó -. Pero tenemos que coger el caballo. Tú ve por aquí, que yo iré por este otro lado. Si llegas junto a él, acaríciale. Yo estaré cerca.
Yo seguí hacia abajo por el camino y mi primo Murad atravesó el campo hasta el canalillo. Tardó media hora en dar con el caballo y traerlo.
--Muy bien - dijo-. Monta. Ahora todo el mundo está ya despierto.
--¿Qué vamos a hacer? - dije yo.
--Bueno -dijo él -; o lo volvemos a llevar o lo encerramos hasta mañana por la mañana.
Él no parecía nada preocupado y yo sabía que lo iba a encerrar y que no lo soltaría así como así. Costase lo que costase, no iba a ser este rato sólo.
--¿Y dónde lo vamos a encerrar?
--Yo me sé un sitio - dijo mi primo.
--¿Cuánto hace que robaste el caballo?- le pregunté.
Porque me di cuenta de pronto de que él ya llevaba tiempo dándose estos paseos de madrugada con el caballo y que si había venido a buscarme esta mañana era sólo por lo mucho que sabía que me gustaba a mí también montar.
--¿Qué has dicho de robar un caballo?- me dijo él.
--Llámalo como quieras. ¿Cuánto hace que empezaste a montar así por las mañanas?
--Esta mañana es la primera.
--¿Dices la verdad? - dije yo.
--Desde luego que no, pero si nos cogen, esto es lo que tú tienes que decir. No quiero que tengamos que mentir los dos. Entiéndelo: tú no sabes más sino que hemos estado montando esta mañana.
--Está bien - dije yo.
Entonces él llevó tranquilamente el caballo al granero de una viña abandonada que había sido en tiempos el orgullo de un granjero llamado Fetvajián. En el granero había un poco de avena y alfalfa seca.
Y nos fuimos a casa como dos señores.

30 enero 2009

William Saroyan

Mi nombre es Aram
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La historia del caballo blanco. Fragmento 1
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Un día, en aquellos buenos tiempos en que yo tenía nueve años y el mundo estaba lleno para mí de toda suerte de maravillas, y la vida era todavía un delicioso y misterioso sueño, mi primo Murad, a quien todos menos yo tenían por loco, vino a las cuatro de la mañana y me despertó con unos golpes en la ventana de mi cuarto.
--Aram - dijo.
Yo salté de la cama y miré afuera, por la ventana. Y no podía creer lo que veía.
Aún no había amanecido, pero como era verano y no faltaba mucho para que el sol apareciera en aquel rincón del mundo, se veía lo bastante para darme cuenta de que no se trataba de un sueño.
Mi primo Murad venía montado en un hermoso caballo blanco.
Yo saqué la cabeza por la ventana y me froté los ojos.
--Sí - me dijo en armenio -. Es un caballo. No es que estés soñando. Date prisa si quieres montar.
Yo sabía bien que mi primo Murad era de los que gozan simplemente con estar vivos más que cualquiera de esos que vienen al mundo por equivocación, pero esto, desde luego, superaba a lo que podían creer mis ojos.
Lo primero de todo era que mis más remotos recuerdos eran recuerdos de caballos, y mi anhelo mayor, el montar a caballo.
Esta era la parte maravillosa.
La segunda razón es que nosotros éramos pobres. Por esta segunda razón es por lo que yo no podía creer lo que estaba viendo.
Éramos pobres. No teniamos dinero. Toda nuestra tribu vivía en la miseria. Cada una de las ramas de la familia Garoglanián vivía en la más asombrosa y más cómica miseria del mundo. Nadie podía comprender de dónde sacábamos el dinero indispensable para llenarnos el estómago, ni siquiera poder llenarles el estómago a los viejos. Lo más asombroso de todo es que éramos honrados. Toda la familia había sido famosa por su honradez a lo largo, más o menos, de once siglos, aun en el tiempo en que solíamos ser los más ricos, de lo que entonces nos parecía el mundo. Éramos, primero orgullosos, luego honrados y creíamos, además, en el mal. Ninguno de nosotros sería capaz de aprovecharse de nadie en el mundo, aunque no fuera más que robándole.
Por todo esto, aunque mis ojos estaban viendo aquel caballo, tan estupendo; aun cuando mis narices aspiraban su olor, tan agradable; aunque mis orejas oían su excitante resuello, yo no podía creer que este caballo tuviera que ver nada con mi primo Murad, ni conmigo ni con cualquiera otro de los miembros de nuestra familia; no lo podía creer ni en sueños ni despierto, porque yo sabía muy bien que mi primo Murad no podía haber comprado el caballo, y de no ser comprado, tenía que ser robado, entonces, y yo me resistía a creer que lo hubiera robado.
Ningún miembro de la familia Garoglanián podía ser ladrón.
De modo que miraba a mi primo y luego al caballo. Había en el uno y en el otro como un devoto aplomo y una comicidad que por un lado me hacía gracia, pero por otro me asustaba.
--Murad -le dije -, ¿dónde has robado este caballo?
--Salta por la ventana - me respondió él- si quieres montar.
Era verdad, entonces. Había robado el caballo. No cabía discusión sobre esto. Y luego había venido a invitarme si quería montar yo también, o no; eso ya era cuenta mía.
Bueno, de todos modos me parecía que eso de robar un caballo para dar en él una carrera no era lo mismo que robarlo para otra cosa, por ejemplo, para sacar dinero. A mi modo de ver, a esto no podía llamársele robo. No sería robo hasta que nosotros intentásemos vender la silla, cosa que no íbamos a hacer, desde luego.
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Comentario: El genocidio que los turcos cometieron contra los armenios entre 1915 y 1917, es el segundo más estudiado y reprobado, después del holocausto del pueblo judio. Aunque no recibe las mismas consideraciones, ni lo han reconocido tantos países. Como casi siempre, la religión fue la principal causa, ya que los armenios son cristianos, a diferencia de los otomanos, musulmanes. La brutal persecución, provocó el exilio de muchas familias armenias, entre las que se encontraba la de Willian Saroyan, que ya nació en los Estados Unidos. Como curiosidad; Gregory Peck y Charles Aznavour, eran de la misma procedencia. Saroyan, del que os dejo un poco más de información desde la Wiki, fue un magnífico escritor con una visión del mundo que tienen también otros hijos o nietos de emigrantes forzosos, como McCourt y Hosseini. Viven en un mundo nuevo pero con toda la carga de sus viejas y ricas tradiciones. "La historia del caballo blanco" es sólo una parte corta de la novela y os lo voy a transcribir entero, en dos o tres entregas. Etiqueta separada para que lo encontréis fácil.
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Y un poco de historia sobre el genocidio armenio, por si os interesa.
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22 enero 2009

Félix Luna y Ariel Ramirez

Alfonsina y el Mar

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.Por la blanda arena que lame el mar

su pequeña huella no vuelve más

y un sendero solo de pena y silencio llegó

hasta el agua profunda

y un sendero solo de penas puras llegó

hasta la espuma.

Sabe Dios que angustia te acompañó

qué dolores viejos calló tu voz

para recostarte arrullada en el canto

de las caracolas marinas

la canción que canta en el fondo oscuro del mar

la caracola.

Te vas Alfonsina con tu soledad

¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?

Y una voz antigua de viento y de mar

te requiebra el alma y la está llamando

y te vas, hacia allá como en sueños,

dormida Alfonsina, vestida de mar.

Cinco sirenitas te llevarán

por caminos de algas y de coral

y fosforescentes caballos marinos harán

una ronda a tu lado.

Y los habitantes del agua van a nadar pronto a tu lado.

.
"Bájame la lámpara un poco más

déjame que duerma, nodriza en paz

y si llama él no le digas que estoy,

dile que Alfonsina no vuelve.

Y si llama él no le digas nunca que estoy,

di que me he ido."

.
Te vas Alfonsina con tu soledad

¿qué poemas nuevos fuiste a buscar?

Y una voz antigua de viento y de mar

te requiebra el alma

y la está llamando
.
y te vas, hacia allá como en sueños,

dormida Alfonsina, vestida de mar.

-.-.-.-

Alfonsina y el Mar, en versión de Simone

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Comentario: Luna y Ramírez compusieron esta canción, no mucho después de la muerte por suicidio de Alfonsina Storni, en la que el párrafo entrecomillado es de la propia Alfonsina y del último poema que escribió. No he logrado dilucidar con seguridad quién es autor de la música y quién de la letra, pero escribieron algo muy bello y hoy, al encontrar entre mis discos esta música, no he podido resistir la tentación de dejarla aquí y compartirla con vosotros.

17 enero 2009

José Luis García Martín

El Pasajero
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A un dios desconocido
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Dame siempre placeres rutinarios.
Lo que ocurre una vez, no ocurre nunca.
La luz que ciega, la explosión de dicha,
el asalto en un recodo del camino,
ángeles, cimas, intensidad, adioses,
déjalos para otros más valientes.
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Dame pobres placeres repetidos,
no un único diamante en la memoria.
Dame días iguales, no este instante sin tiempo,
terco, distante, azul, inexistente.
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Comentario: Con una obra copiosa en múltiples campos de la actividad literaria y periodística, me sonaba poco su nombre y cuando quise encontrar algo suyo en bibliotecas, ya que en la librería fue inútil, sólo logré este hermoso libro de poemas, del que os dejo una muestra. En Internet sí que hay abundante información, y esto es lo que encontré cuando hice una búsqueda:
Ahora tengo que aplicarme y ver qué más sorpresas me reserva este descubrimiento :)

05 enero 2009

Dai Sijie

Balzac y la joven costurera china
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Capítulo 1. Fragmento.
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El jefe del pueblo, un hombre de cincuenta años, estaba sentado con las piernas cruzadas en medio de la estancia, cerca del carbón que ardía en un hogar excavado en la propia tierra; inspeccionaba mi violín. En el equipaje de los dos "muchachos de ciudad" que éramos para él Luo y yo, era el único objeto que parecía emanar cierto sabor extranjero, un olor a civilización capaz de despertar las sospechas de los aldeanos.
Un campesino se acercó con una lámpara de petróleo para facilitar la identificación del objeto. El jefe levantó verticalmente el violín y examinó las negras efes de la caja, como un aduanero minucioso que buscara droga. Advertí tres gotas de sangre en su ojo izquierdo, una grande y dos pequeñas, todas del mismo color rojo vivo.
Luego, alzó el instrumento a la altura de sus ojos y lo sacudió con frenesí, como si aguardara que algo cayese del oscuro fondo de la caja de resonancia. Tuve la impresión de que las cuerdas iban a romperse de pronto y los puentes, a saltar en pedazos.
Casi toda la aldea estaba allí, bajo el tejado de aquella casa sobre pilotes perdida en la cima de la montaña. Hombres, mujeres y niños rebullían en su interior, se agarraban a las ventanas, se apretujaban ante la puerta. Como nada caía del instrumento, el jefe aproximó la nariz al agujero negro y lo olisqueó un buen rato. Varios pelos gruesos, largos y sucios que sobresalían del orificio izquierdo comenzaron a temblequear. Y seguían sin aparecer nuevos indicios.
Hizo correr sus callosos dedos por una cuerda, luego por otra... La resonancia de un sonido desconocido dejó petrificada de inmediato, a la multitud, como si aquella vibración la forzara a una actitud casi respetuosa.
-Es un juguete -dijo el jefe con solemnidad.
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Comentario: En parte autobiográfica, la novela narra las peripecias de dos adolescentes chinos que, una vez acabados los estudios, se ven obligados, cumpliendo el mandato de Mao Zedong, a marcharse a una aldea perdida cerca del Tibet, para ser "reeducados". Aunque muy diferentes en su argumento, me recuerda mucho a otra obra asiática, en lo que se refiere a la vida campesina y su choque con la civilización. Dejé un fragmento aquí:
Esta de hoy, ambientada 30 años después, tiene también un fondo tierno e inocente, a pesar de que las circunstancias que nos presenta son de una dureza extrema; la vida de los campesinos, el alejamiento de los jóvenes de su entorno natural, las carencias resultantes de todo ello, etcétera.
Y es una novela preciosa.
El autor: Dai Sijie, nació en 1954 en China. Tal y cómo se dice en el libro, entre 1971-74 fue enviado a "reeducarse" a una aldea cerca de la frontera con el Tíbet. Más tarde logró una plaza universitaria y cursó Historia del Arte. Ganó una beca que le permitió estudiar en Francia donde descubre el cine eurpeo y queda impresionado con la obra de Buñuel. Ha realizado tres largometrajes y ha escrito, al menos, otra novela, también publicada por "Quinteto" Anagrama; " El complejo de Di"

02 enero 2009

Anónima

Una mujer en Berlín
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Martes, 1 de Mayo de 1945, tres de la tarde, retrospectiva del sábado, domingo y lunes.
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El sábado por la mañana, el 28 de abril, fue la última vez que escribí. Han pasado tres días desde entonces tan colmados de sucesos, de cosas increíbles, de imágenes, miedos, sensaciones, que no sé por donde empezar, qué decir. Estamos con el agua al cuello, hundiéndonos cada vez más profundamente. El minuto de vida está encareciéndose. La tormenta está pasando por encima de nosotros. Hojas trémulas en el vórtice del torbellino, no sabemos a donde nos arrastrará.
[...] El viento silba a través de las ventanas tapadas míseramente con cartón, tira violentamente de los trozos sueltos haciéndolos martillear, y deja penetrar la luz del día como si se tratara de la luz de una antorcha. Tan pronto hay luz como oscuridad en la habitación; hace un frío de muerte.
[...] De fuera nos llegan sonidos rusos. Iván habla con sus rocines. Con los caballos son mucho más amables que con nosotros. Sus voces adquieren entonces acentos cálidos. Con los animales hablan en un tono verdaderamente humano. A veces ascienden vahos con olor a caballo. Tintineo de cadenas. En algún lugar hay alguien tocando el acordeón.
[...] Hace media hora entró un desconocido, muy terco, que me quería para él. Lo echaron. Gritó en tono amenzador: "Volveré"
¿Qué significa violación? Cuando escuché esa palabra en voz alta el viernes por la noche en el refugio, me recorrió un escalofrío por toda la espalda. Ahora ya puedo pensar en su significado, la puedo escribir sin que me tiemblen las manos. La pronuncio para mí, para acostumbrarme a su sonido. Suena a lo más extremo imaginable, pero no lo es sin embargo.
El sábado a mediodía, a eso de las tres, había dos soldados golpeando la puerta principal con los puños y las armas. Vociferaban como salvajes, aporreaban la madera a patadas. La viuda abrió. Teme por su cerradura. [...] Uno de ellos me agarra, me lleva a la habitación que da a la calle después de quitar de en medio de un empujón a la viuda. El otro se planta junto a la puerta principal, tiene a la viuda en jaque, sin decir palabra, amenazándola con el fusil sin tocarla.
El que me empuja es un hombre entrado en años con la barba ya casi cana. Huele a aguardiente y a caballo. Cierra la puerta tras de sí accionando cuidadosamente el picaporte. Al no encontrar ninguna llave en la cerradura, arrastra el sillón contra el entrepaño de la puerta. Parece no ver para nada a la presa. Tanto más terrible así el empujón con que la arroja al lecho. Cerrar los ojos, apretar fuertemente los dientes.
Ni un sonido. Sólo cuando se desgarra la ropa interior con un crujido, mis dientes rechinan involuntariamente. Eran las últimas bragas intactas.
De pronto siento unos dedos en mi boca, olor pestilente a jaco y a tabaco. Abro los ojos de golpe. Hábilmente, esas manos me tienen inmovilizada la mandíbula abierta. Cara a cara. Entonces, el que está encima de mí deja caer lentamente en mi boca la saliva acumulada en su boca.
Me quedé petrificada. No era asco, sólo frío. La columna vertebral se congela, un vértigo glacial me da vueltas en el cogote. Me siento resbalar y caer, profundamente, a través de las almohadas y de las tablas del suelo.
Sumergirse en el suelo..., así que es eso.
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Comentario: En 1954, en Norteamérica, se publicaron por primera vez estas memorias que abarcan los meses de abril, mayo y junio de 1945. Nunca se ha revelado el nombre de la autora, pues las pocas personas que lo sabían ( tal vez quede alguna que lo sepa, pero calla) han muerto ya y fueron ellas las que también dieron cuenta de la muerte de esta cronista excepcional de la que sí sabemos que falleció en 2001. La toma de Berlín por los rusos y el calvario que soportaron sus habitantes, muy especialmente las mujeres, quedan perfectamente reflejados en estas páginas. El hambre, el miedo, las pequeñas y grandes infamias entre iguales, el egoísmo, la heroicidad, el desamparo y todas las emociones y actitudes posibles en los seres humanos, aparecen en estas páginas, dejando en manos de los hombres y mujeres que les seguirán la responsabilidad de evitarlo en el futuro. Ya sabemos que aquella fue una lección no aprendida, por desgracia. Con todo y que los hechos que relata son escalofriantes, no hay odio en estas páginas. Violada múltiples veces, como la mayoría de las mujeres en aquella circunstancia, aprende a sobrevivir, ofreciéndose a quien mejor pueda proteger su integridad. Busca a los oficiales, pero pronto sabe que el ejército ruso no se rije por las mismas normas que el prusiano.
Hay momentos que, metida en esa locura, son incluso dulces y apacibles y alguno casi cómico. De dónde sacó esta mujer, de la que sí sabemos que había viajado mucho y estaba relacionada con el mundo editorial, o con la prensa, el valor para contar lo que cuenta y del modo que lo cuenta, no puedo ni imaginarlo.
En definitiva: un libro absolutamente imperdible, publicado en la colección "quinteto" de Anagrama, una edición económica de bolsillo. Los 8 euros mejor empleados del año en esta partida presupuestaria.

29 diciembre 2008

Acabar otro año

Estas son las segundas fiestas navideñas que pasa este blog en vuestra compañía. Cuando lo estrené no pensaba que durase tanto, pero sin querer, o queriendo, ya han encontrado sitio 158 libros y unas cuantas entradas personales.
En cuanto a los libros, ni mucho menos están todos aquellos de los que me gustaría hacerme eco. Aún quedan en mi biblioteca unos 2.000 textos más, que van aumentando en la medida que sitio y presupuesto me lo permiten, pero creo que este espacio ya ha cumplido su propósito.
No estoy segura de la decisión que tomaré. Tal vez lo conserve tal cual, lo abra a otros temas, o lo cierre.
De momento estoy en un mar de confusiones :)
Pero nada me impide, desearos un Feliz Año 2009.
Y ya veremos.

23 diciembre 2008

¡Felices Fiestas....!

Os deseo la mejor Navidad posible y aunque este año las palabras de mi postal no son mías, reflejan exactamente lo que me gustaría que la vida os ofreciera a cada paso de vuestra vida.
¡Muchas gracias por vuestras palabras, por vuestra compañía y por ser como sois, todos y cada uno!
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Aquí la tenéis, con mi cariño.
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17 diciembre 2008

David Albahari

Goetz y Meyer
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Goetz y Meyer. Nunca llegué a verlos, así que sólo puedo imaginarlos. En este tipo de parejas, uno suele ser alto y el otro bajo, pero como los dos eran suboficiales de las S. S., cabe imaginar también que los dos serían más bien altos, y tal vez hasta midiesen lo mismo. Supongo que las normas de admisión en las filas de las S. S. eran especialmente rigurosas y no debían aceptar a nadie por debajo de cierto límite. Uno de ellos, afirman los testigos -entraba en el campo, jugaba con los niños y los tomaba en brazos, y hasta les regalaba caramelos de chocolate. Hace falta poca cosa para imaginar un mundo distinto, ¿verdad? Luego Goetz, o bien Meyer, regresaba a la cabina del camión para emprender viaje de nuevo. No se trataba de un trayecto largo, pero Goetz, o Meyer, no eran precisamente primerizos en su trabajo. Si bien su tarea no era de gran envergadura - no se trataba más que de cinco mil almas - razones de ahorro exigían que el trabajo lo efectuaran unos mandos bastante curtidos. Es muy probable que Goetz y Meyer llevasen algunas medallas colgadas en sus guerrreras de suboficial, no me sorprenderia. Lo que sí me sorprendería es que uno de ellos llevara bigote. No puedo imaginar a Goetz ni a Meyer con bigote. A decir verdad, no logro imaginarlos de ninguna manera, con o sin bigote. Claro que lo más sencillo sería acudir a los lugares comunes: pelo rubio, tez clara, mejillas pálidas y mirada de acero; pero con ello sólo demuestro que me dejo influir por la propaganda. La raza elegida era un proyecto en marcha, y Goetz y Meyer no eran más que un eslabón de una cadena proyectada hacia un porvenir lejano. ¡Pero menudo eslabón! A veces la verdadera base de un edificio inmenso está hecha de tareas pequeñas como la suya; la solidez de los cimientos dependerá de que se ejecuten convenientemente dichas tareas. No digo que Goetz y Meyer fueran conscientes de ello, y quizá hasta se esmeraban en lo suyo igual que lo hubieran hecho en cualquier otro cometido, pero es indudable que sabían en qué consistía su trabajo: su misión, concretamente, pues así la llamaban; y era en efecto una misión, un mandamiento, una orden; no podemos evitar aquí la terminología militar. Y es que Goetz y Meyer son militares, no se puede cuestionar su lealtad para con el Reich y el Führer. Incluso cuando entra en el campo y levanta a los niños en brazos, muy alto, Goetz, o Meyer, no piensa en lo que vendrá después.
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Comentario: Este es un libro estremecedor, de no muy fácil lectura, en todos los sentidos. Wilhem Goetz y Erwin Meyer eran dos de los conductores de los tristemente famosos camiones-cámara de gas, conocidos como "morideros del alma" Casi toda la familia del autor murió dentro de ellos junto con otras cinco mil personas, en su mayoría ancianos, mujeres y niños, todos ellos judíos. Se hacía creer a los prisioneros que esos camiones los conducían fuera de Belgrado hacia asentamientos en Rumanía o Polonia, donde por fin serían liberados y esa convicción era suficiente para que esperaran con impaciencia que llegara su turno y ocupar su plaza en el transporte liberador. En realidad, su viaje solo duraba 15 kilómetros; algo más de lo que se necesitaba para que todos estuvieran muertos, mediante un sencillo mecanismo que solo requería introducir los gases del tubo de escape dentro de la caja del camión, ajustando el tubo a un orificio ad hoc.
Poco a poco, saltando en la narración, Albahari nos pone delante de los ojos una crueldad tan fría, tan calculada, que apenas puede concebirse.
El autor: Nació en Pec, Serbia. Es de origen judío y el escritor serbio vivo más conocido en el mundo. Estudió Literatura Anglo-Americana, vive en Canadá y publicó su primer libro de relatos en 1973. Editor y traductor, su propia obra se ha traducido a más de quince idiomas y ha merecido numerosos galardones y premios entre los que cabe destacar el Ivo Andric y el Premio a la mejor novela del año en Serbia con El Anzuelo. Con Goetz y Meyer, escrita en 1998, se consolidó como escritor a nivel mundial.

14 diciembre 2008

Ramon Barce

Esta mañana ha muerto Ramón Barce.
Por encima de una pérdida tan grande para la música, está la inmensa pena que sentimos toda la familia. Ramón era mi primo y no puedo sino dejar aquí mi sentimiento profundo y mi recuerdo emocionado para un hombre que era todo bondad y sencillez.
Hasta siempre, Ramón.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ram%C3%B3n_Barce

10 diciembre 2008

Antoine de Saint-Exupéry

El Principito
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XIII. El Hombre de Negocios
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El cuarto planeta era el del hombre de negocios. El hombre estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza cuando llegó el principito.
-Buenos días -le dijo éste-. Su cigarrillo está apagado.
-Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, ventidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. ¡Uf! Da un total, pues, de quinientos un millones seiscientos ventidós mil setecientos treinta y uno.
-¿Quinientos millones de qué?
-¡Eh! ¿Estás siempre ahí? Quinientos millones de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con tonterías. Dos y cinco, siete...
-¿Quinientos millones de qué? -repitió el principito, que nunca en su vida había renunciado a una pregunta, una vez que la había formulado.
El hombre de negocios levantó la cabeza:
-En los cincuenta y cuatro años que habito este planeta, sólo he sido molestado tres veces. La primera fue hace ventidós años por un abejorro que cayó Dios sabe de dónde. Produjo un ruido espantoso y cometí cuatro errores en una suma. La segunda fue hace once años por un ataque de reumatismo. Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverme. Yo soy serio. La tercera vez... ¡Hela aquí! Decía, pues, quinientos un millones...
-Millones de qué?
El hombre de negocios comprendió que no había esperanza de paz.
-Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo.
-¿Moscas?
-Pero no, cositas que brillan.
-¿Abejas?
-¡Pero no! Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar.
-¡Ah! ¿Estrellas?
-Eso es. Estrellas.
-¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?
-Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy serio, soy preciso.
-¿Y qué haces con esas estrellas?
-¿Qué hago?
-Sí.
-Nada. Las poseo.
-¿Posees las estrellas?
-Sí.
-Pero he visto un rey que...
-Los reyes no poseen; "reinan". Es muy diferente.
-¿Y para qué te sirve poseer estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y para qué te sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.
-Este, se dijo el principito, razona un poco como el ebrio. Sin embargo, siguió preguntando.
-¿Cómo se puede poseer estrellas?
-De quién son? -replicó, hosco, el hombre de negocios.
-No sé. De nadie.
-Entonces son mías, pues soy el primero en haberlo pensado.
-¿Es suficiente?
-Seguramente. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: Es tuya. Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas.
-Es verdad -dijo el principito- ¿Y qué haces tú con las estrellas?
-Las administro. Las cuento y las recuento -dijo el hombre de negocios - Es difícil. ¡Pero soy un hombre serio!
El principito no estaba satisfecho.
-Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar las estrellas!
-No, pero puedo depositarlas en el banco.
-¿Qué quiere decir eso?
-Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis estrellas. Y después cierro el papelito bajo llave, en un cajón.
-¿Es todo?
-Es suficiente.
Es divertido, pensó el principito. Es bastante poético. Pero no es muy serio.
El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
-Yo -dijo aún -poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor, que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas...
El hombre de negocios abrió la boca pero no encontró respuesta y el principito se fue.
Decididamente las personas mayores son enteramente extraordinarias, se dijo simplemente a sí mismo durante el viaje.
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Comentario: "El Principito" se publicó en 1943, sólo un año antes de la muerte de su autor. Y no es una casualidad que se reedite continuamente ni que se haya traducido a 180 idiomas y lenguas. Los personajes a los que el Principito conoce en su breve estancia en este planeta, aunque un tanto extraños para él, son perfectamente conocidos por nosotros. El rey, el farolero, el mercader, el geógrafo... Y este hombre de negocios que quiere apoderarse de las estrellas para comprar más estrellas, tienen su réplica en el mundo real. Y casi todos le parecen absurdos al Principito ¡Tanto trabajo inútil...! ¡Tanto descuido de lo verdaderamente importante...!
El autor: Vale la pena leer su biografía más extensamente de lo que yo pueda decir:

07 diciembre 2008

Luis García Montero

Miércoles. Día del Espectador
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No se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.
La película es mala,
las sombras buscan cuerpos para encontrar deseos,
se oyen voces de actores,
imágenes dudosas,
pero los labios son materia viva
en las butacas observadas
y los botones pierden su vergüenza.
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Suena un disparo inútil,
la camisa deshecha,
la mano que naufraga entre los muslos.
Se persiguen dos coches por tus hombros
y estalla un edificio,
una lengua de fuego en la ventana,
llamas que desesperan vientre abajo,
el pelo negro por la mano abierta,
negro como la vida en la pantalla,
como el silencio del actor que mira,
del acomodador,
del público encendido.
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Ya no tienen edad para estas cosas,
comenta el matrimonio de la última fila.
Y pienso que es verdad. No se descarta,
no se descarta que al salir del cine
una pareja cuente con nuevos enemigos.
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Comentario: El sentimiento amoroso da vida a este volumen, "Completamente viernes" , de García Montero. Lo he disfrutado porque parecía que el amor estaba desterrado de los libros de poemas en estos últimos tiempos y siempre viene bien recordar aquello de que "el amor mueve el mundo" y la poesía lo ayuda :)
El autor no necesita presentación alguna. Es suficientemente conocido y apreciado en todos los campos literarios en los que se mueve y ha recibido por ellos tantos galardones que es casi imposible no recordarle.
No obstante...

02 diciembre 2008

Sam Savage

Firmin
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Fragmento del capítulo 1
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Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico: como "Lolita , luz de mi vida, fuego de mis entrañas", de Nabokov; y, si no me salía nada lírico, algo arrollador, como "Todas las familias felices se asemejan, pero cada familia desdichada es desdichada a su manera", de León Tolstói. La gente recuerda estas palabras incluso cuando ya ha olvidado todo lo demás que hay en el libro. En lo tocante a frases de apertura, la mejor, a mi modo de ver, es el comienzo de El buen soldado, de Ford Madox Ford: "Este es el relato más triste que nunca he oído". Docenas de veces lo habré leído, y sigue dejándome patidifuso. Ford Madox Ford era uno de los Grandes.
En toda una vida de esfuerzos por escribir, con nada he luchado más varonilmente -sí, esa es la palabra -que con las aperturas. Siempre me ha parecido que si esa parte salía bien el resto seguiría de modo automático. Concebía la primera frase como una especie de útero semántico repleto de atareados embriones de páginas sin escribir, resplandecientes pepitas de ingenio, ansiosas de nacer. De ese gran recipiente fluiría, por así decirlo, el relato completo. ¡Qué desilusión! Ocurrió exactamente lo contrario. Y no es porque escaseen las buenas frases de arranque. Deléitese usted en ésta, por ejemplo: "Cuando sonó el teléfono, a las tres de la madrugada, Morris Monk supo antes de levantar el aparato que la llamada era de una dama, y algo más: que decir damas es decir problemas" O ésta: "Poco antes de que lo descuartizaran los sádicos soldados de Gamel, el coronel Benchley tuvo un vislumbre de la blanca casita de campo del Shropshire, con la señora Benchley a la puerta y los niños" O ésta: "París, Londres, Djbuti, todo le parecía irreal ahora, sentado entre las ruinas de otra cena más de Acción de Gracias, con su madre, su padre y el idiota de Charles" ¿Quién puede permanecer insensible ante unas frases así? Tan preñadas están de significado, tan, oso decirlo, tan a punto de reventar de significado, que es como si las hincharan capítulos enteros sin escribir que llevan dentro: sin escribir aunque ya presentes.
Pero, ay, en realidad no eran más que burbujas, falsas ilusiones todas ellas.Cada una de esas frases maravillosas, repletas de promesas, era como una caja envuelta para regalo en manos de un niño anhelante, una caja que nada contiene, sino piedrecillas y trozos de basura, a pesar del ruido tan seductor que hace al agitarla. ¡El niño piensa que son caramelos! Yo pensaba que eran literatura. Todas esas frases -y otras muchas, también -resultaron no ser trampolines de lanzamiento hacia la gran novela sin escribir, sino barreras insuperables. Comprende usted, eran demasiado buenas. Nunca logré situarme a su altura. Hay escritores que nunca logran igualar su primera novela. Yo nunca pude igualar mi primera frase. Y mírenme ahora. Miren de qué modo he empezado esto, mi obra final, mi opus magna: "Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba..."
Ya se percata usted del problema. Irremediable. Que lo borren.
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Comentario: Disfruté muchísimo leyendo esta novela, protagonizada por una rata enamorada de la literatura y las aventuras que le toca vivir. Mejor os transcribo lo que dice la contraportada del libro, con la que estoy completamente de acuerdo, para que os hagáis una idea.
Contraportada: Nacido en el sótano de una librería en el Boston de los años 60, Firmin aprende a leer devorando las páginas de un libro. Pero una rata culta es una rata solitaria. Marginado por su familia, busca la amistad de su héroe, el librero, y de un escritor fracasado. A medida que Firmin perfecciona un hambre insaciable por los libros, su emoción y sus miedos se vuelven humanos. Original, brillante y llena de alegorías, Firmin derrocha humor y tristeza, encanto y añoranza por un mundo que entiende el poder redentor de la literatura, un mundo que se desvanece dejando atrás a una rata con un alma creativa, una amistad excepcional y una librería desordenada.
El autor: (nota de contratapa) Sam Savage es Doctor en Filosofía por la U. de Yale, donde fue profesor. Tambien ha sido mecánico de bicicletas, carpintero, pescador y tipógrafo. Firmin es su primera novela. Fue publicada por una pequeña editorial de Minneápolis, fuera de los grandes circuitos editoriales. Sin embargo, ha crecido gracias a la recomendación de los lectores, tiene 5 estrellas en Amazon.com. y es, entre otras menciones, el libro destacado de la Asociación Americana de Libreros.

24 noviembre 2008

Khaled Hosseini

Cometas en el Cielo
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2
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De pequeños, Hassan y yo solíamos trepar a los álamos que flanqueaban el camino de entrada a la casa de mi padre para molestar desde allí a los vecinos colando la luz del sol en el interior de sus casas con la ayuda de un trozo de espejo. Nos sentábamos el uno frente al otro en un par de ramas altas, con los pies desnudos colgando y los bolsillos de los pantalones llenos de moras secas y de nueces. Nos turnábamos con el espejo mientras nos comíamos las moras, nos las lanzábamos, jugábamos y nos reíamos. Todavía veo a Hassan encaramado a aquel árbol, con la luz del sol parpadeando a través de las hojas e iluminando su cara casi perfectamente redonda, una cara parecida a la de una muñeca china tallada en madera: tenía la nariz ancha y chata; sus ojos eran rasgados e inclinados, semejantes a las hojas del bambú, unos ojos que, según les diera la luz, parecían dorados, verdes e incluso de color zafiro. Todavía veo sus diminutas orejas bajas y la protuberancia puntiaguda de su barbilla, un apéndice carnoso que parecía como añadido en el último momento. Y el labio partido, a medio terminar, como si al fabricante de muñecas chinas se le hubiera escurrido el instrumento de la mano o, simplemente, se hubiera cansado y hubiera abandonado su obra.
A veces, subido en aquellos árboles, convencía a Hassan de que disparara nueces con el tirachinas al pastor alemán tuerto del vecino. Hassan no quería, pero si yo se lo pedía, se lo pedía de verdad, era incapaz de negarse. Hassan nunca me negaba nada. Y con el tirachinas era infalible. Alí, el padre de Hassan, siempre nos pillaba y se ponía furioso, todo lo furioso que puede ponerse alguien tan bondadoso como él. Agitaba la mano y nos hacía señales para que bajáramos del árbol. Luego nos quitaba el espejo y nos decía lo mismo que su madre le había dicho a él, que el demonio también jugaba con los espejos, concretamente para distraer a los musulmanes en el momento de la oración.
- Y cuando lo hace, se ríe - añadía luego regañando a su hijo.
- Sí, padre - musitaba Hassan, mirándose los pies. Pero nunca me delató. Nunca dijo que tanto el espejo como lo de disparar nueces al perro del vecino eran ideas mías.
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Contraportada: Sobre el telón de fondo de un Afganistán respetuoso de sus ricas tradiciones ancestrales, la vida en Kabul durante el invierno de 1975 se desarrolla con toda la intensidad, la pujanza y el colorido de una ciudad confiada en su futuro e ignorante de que se avecina uno de los periodos más cruentos y tenebrosos que han padecido los milenarios pueblos que la habitan. Cometas en el cielo es la conmovedora historia de dos padres y dos hijos, de su amistad y de cómo la casualidad puede convertirse en hito inesperado de nuestro destino.
Obsesionado por demostrarle a su padre que ya es todo un hombre, Amir se propone ganar la competición anual de cometas de la forma que sea, incluso a costa de su inseparable Hassan, un hazara de clase inferior que ha sido su sirviente y compañero de juegos desde la más tierna infancia. A pesar del fuerte vínculo que los une, después de tantos años de haberse defendido mutuamente de todos los peligros imaginables, Amir se aprovecha de la fidelidad sin límites de su amigo y comete una traición que los separará de forma definitiva. Así con apenas doce años, el joven Amir recordará durante toda su vida aquellos días en los que perdió uno de los tesoros más preciados del hombre: la amistad.

Gabriel García Márquez

Escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento es vaciar en concreto. No sé de quién es esa frase certera. La he escuchado y repetido desde hace tanto tiempo sin que nadie la reclame, que a lo mejor termino creyendo que es mía. Hay otra comparación que es pariente pobre de la anterior: el cuento es una flecha en el centro del blanco y la novela es cazar conejos. En todo caso esta pregunta del lector ofrece una buena ocasión para dar vueltas una vez más, como siempre, sobre las diferencias de dos géneros literarios distintos y sin embargo confundibles. Una razón de eso puede ser el despiste de atribuirle las diferencias a la longitud del texto, con distinciones de géneros entre cuento corto y cuento largo. La diferencia es válida entre un cuento y otro, pero no entre cuento y novela.
El cuento más corto que conozco es del guatemalteco Augusto Monterroso, reciente premio Príncipe de Asturias. Dice así: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí".
Nada más. Hay otro de Las mil y una noches, cuyo texto no tengo a la mano, y que me produce retortijones de envidia. Es el cuento de un pescador que le pide prestado un plomo para su red a la mujer de otro pescador, con la promesa de regalarle a cambio el primer pescado que saque, y cuando ella lo recibe y lo abre para freírlo le encuentra en el estómago un diamante del tamaño de una almendra.
Más que el cuento mismo, alucinante por su sencillez, éste me interesa ahora porque plantea otro de los misterios del género: si la que presta el plomo no fuera una mujer sino otro hombre, el cuento perdería su encanto: no existiría. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Un misterio más de un género misterioso por excelencia.
[...]
La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que leyó. La novela, en cambio, debe llevar todo dentro. Podría decirse, sin tirar la toalla, que la diferencia en última instancia podría ser tan subjetiva como tantas bellezas de la vida real.
[...]
El cuento parece ser el género natural de la humanidad por su incorporación espontánea a la vida cotidiana. Tal vez lo inventó sin saberlo el primer hombre de las cavernas que salió a cazar una tarde y no regresó hasta el día siguiente con la excusa de haber librado un combate a muerte con una fiera enloquecida por el hambre. En cambio, lo que hizo su mujer cuando se dio cuenta de que el heroísmo de su hombre no era más que un cuento chino pudo ser la primera y quizás la novela más larga del siglo de piedra.
[...]
Sobre la otra suposición de que el cuento puede ser un género de práctica para emprender una novela, confieso que lo hice y no me fue mal para aprender a escribir El otoño del patriarca. Tenía la mente atascada en la fórmula tradicional de Cien años de soledad, en la que había trabajado sin levantar cabeza durante dos años. Todo lo que trataba de escribir me salía igual y no lograba evolucionar para un libro distinto. Sin embargo, el mundo del dictador eterno, resuelto y escrito con el estilo juicioso de los libros anteriores, habrían sido no menos de dos mil páginas de rollos indigestos e inútiles. Así que decidí buscar a cualquier riesgo una prosa comprimida que me sacara de la trampa académica para invitar al lector a una aventura nueva.
Creí haber encontrado la solución a través de una serie de apuntes e ideas de cuentos aplazados, que sometí sin el menor pudor a toda clase de arbitrariedades formales hasta encontrar la que buscaba para el nuevo libro. Son cuentos experimentales que trabajé más de un año y se publicaron después con vida propia en el libro de La cándida Eréndira: "Blacamán el bueno vendedor de milagros", "El último viaje del buque fantasma", que es una sola frase sin más puntuación que las mínimas comas para respirar, y otros que no pasaron el examen y duermen el sueño de los justos en el cajón de la basura. Así encontré el embrión de El otoño..., que es una ensalada rusa de experimentos copiados de otros escritores malos o buenos del siglo pasado. Frases que habrían exigido decenas de páginas están resueltas en dos o tres para decir lo mismo, saltando matones, mediante la violación consciente de los códigos parsimoniosos y la gramática dictatorial de las academias.
El libro, de salida, fue un desastre comercial. Muchos lectores fieles de Cien años... se sintieron defraudados y pretendían que el librero les devolviera la plata. Para colmo de peras en el olmo la edición española se desbarataba en las manos por un defecto de fábrica, y un amigo me consoló con un buen chiste: "Leí el otoño hoja por hoja". Muchos persistieron en la lectura, otros la lograron a medias y con el tiempo quedaron suficientes cautivos para que no me diera pena seguir en el oficio. Hoy es mi libro más escudriñado en universidades de diversos países, y las nuevas generaciones pueden leerlo como si fuera el crepúsculo de un Tarzán de doscientos años. Si alguien protesta y lo tira por la ventana es porque no le gusta pero no porque no lo entienda. Y a veces, por fortuna, no ha faltado alguien que lo recoja del suelo.
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Comentario: Una lección con mucho humor. Para los locos por la literatura en la doble vertiente de leer y escribir, cualquier consejo es bienvenido y cuando esos consejos, basados en la mucha experiencia, vienen de manos de los maestros, doblemente bienvenidos. No necesita más comentarios ni el personaje ni lo que nos dice. Queda aprovecharnos de ellos, eso sí :)

19 noviembre 2008

Alice Walker

El Color Púrpura
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Primera carta
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No se lo cuentes a nadie más que a Dios.
A tu mamá podría matarla.

Querido Dios:
Tengo catorce años. He sido siempre buena. Se me ocurre que, a lo mejor, podrías hacerme alguna señal que me aclare lo que me está pasando.
La otra primavera, poco después de nacer Lucious, los oía trajinar. Él le tiraba del brazo y ella decía: Aún es pronto, Fonso. Aún no estoy bien. Él la dejaba en paz, pero a la otra semana, vuelta a tirarle del brazo. Y ella decía: No puedo. ¿Es que no ves que estoy medio muerta? Y todas esas criaturas.
Ella se había ido a Macon, a que la vira la hermana doctora, y me dejó al cuidado de los pequeños. Él no me dijo ni una palabra amable. Sólo: Eso que tu mamá no quiere hacer vas a hacerlo tú. Y me puso en la cadera la cosa esa y empezó a moverla y me agarró los pechos y me metía la cosa por abajo y, cuando yo grité, él me apretó el cuello y me dijo: Calla y empieza a acostumbrarte.
Pero no me he acostumbrado. Y ahora me pongo mala cada vez que tengo que guisar. Mi mamá anda preocupada y no hace más que mirarme, pero ya está más contenta porque él la deja tranquila. Pero está demasiado enferma y me parece que no durará mucho.
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Segunda carta
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Querido Dios:
Mi mamá ha muerto. Murió gritando y maldiciendo. Me gritaba a mí. Me maldecía a mí. Estoy preñada. Me muevo con lentitud. Antes no vuelvo del pozo, el agua ya se ha calentado. Antes no preparo la bandeja, la comida ya se ha enfriado. Antes no arreglo a los niños para ir al colegio, ya es la hora del almuerzo. Él no decía nada. Estaba sentado al lado de la cama. Le cogía la mano y lloraba y repetía: No me dejes, no te vayas.
Cuando lo del primero, ella me preguntó: ¿De quién es? Yo le dije que de Dios. No conozco otro hombre y no supe qué decir. Cuando empezó a dolerme y a movérseme dentro del vientre y me salió de dentro aquella criatura que se mordía el puño, me quedé pasmada.
Nadie vino a vernos.
Ella estaba peor cada día.
Un día me preguntó: ¿Dónde está?
Yo le dije: Dios se lo ha llevado.
Pero se lo había llevado él. Se lo llevó mientras yo dormía. Y lo mató en el bosque. Y matará a este otro, si puede.
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Comentario: La realidad estremecedora de esta novela queda definida desde el principio. Celie, es tan esclava de su familia como sus antepasados de sus amos. Ella parece haber venido al mundo sólo para cubrir las necesidades, cualesquiera sean, de los demás. Su padre, su madre, su esposo, sus hijastros... Pero Celie encontrará la fuerza suficiente para seguir adelante y se fortalecerá, por encima de la opresión y la injusticia, buscando la solidaridad entre las que, como ella, son menospreciadas y humilladas de muy diversas formas.

La autora: Alice Walker fue la primera mujer negra a quien se otorgó el Premio Pulitzer y fue por esta novela, en el año 1983. Al año siguiente fue llevada al cine por Steven Spielberg.

Mucho mejor que yo: http://es.wikipedia.org/wiki/Alice_Walker

12 noviembre 2008

Khaled Hosseini

Mil soles espléndidos
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Capítulo 1. Fragmento
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Mariam tenía cinco años la primera vez que oyó la palabra harami. Fue un jueves. Tenía que ser jueves, porque Mariam recordaba que había estado nerviosa y preocupada ese día, como sólo le ocurría los jueves, cuando Yalil la visitaba en el kolba. Para pasar el rato hasta que por fin llegara el momento de verlo cruzando el claro de hierba que le llegaba hasta la rodilla y agitando la mano, Mariam se había encaramado a una silla y había bajado el juego de té chino de su madre. El juego de té era la única reliquia que la madre de Mariam, Nana, conservaba de su propia madre, muerta cuando Nana tenía dos años. Nana, adoraba cada una de las piezas de porcelana azul y blanca, la grácil curva del pico de la tetera, los pinzones y los crisantemos pintados a mano, el dragón del azucarero, que protegía de todo mal.
Fue esta última pieza la que le resbaló de los dedos a Mariam, cayó al suelo de madera del kolba y se hizo añicos.
Cuando Nana vio el azucarero, enrojeció y el labio superior empezó a temblarle, y sus ojos, tanto el perezoso como el bueno, se clavaron en Mariam, fijos, sin pestañear. Parecía tan furiosa que Mariam temió que el yinn volviera a apoderarse del cuerpo de su madre. Pero el yinn no apareció esa vez. Nana agarró a Mariam por las muñecas, la atrajo hacia sí, y con los dientes apretados le dijo:
-Eres una harami torpe. Ésta es mi recompensa por todo lo que he tenido que soportar. Una harami que rompe reliquias.
Mariam no lo entendió entonces. No sabía lo que significaba la palabra harami, "bastarda". Tampoco tenía edad suficiente para reconocer la injusticia, para pensar que los culpables son quienes engendran a la harami, no la harami, cuyo único pecado consiste en haber nacido. Pero, por el modo en que Nana pronunció la palabra, Mariam dedujo que ser una harami era algo malo, aborrecible, como un insecto, como las cucarachas que correteaban por el kolba y su madre andaba siempre maldiciendo y echando a escobazos.
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Comentario: Segunda novela de este autor, que al igual que su primera obra, "Cometas en el cielo" se mete a fondo en la cultura y problemática afgana sin ninguna concesión.
Si en su primer libro los protagonistas son masculinos, en esta es al contrario. Dos mujeres protagonistas, víctimas propiciatorias y, a la vez, llenas de coraje. Hosseini consigue para sus dos novelas un final feliz, lo que le habrá supuesto un enorme trabajo, dadas las circunstancias argumentales. Personalmente prefiero la primera, pero las dos tienen una gran calidad y la virtud de unos personajes tan perfectamente delineados, que los amas, odias o compadeces, desde la primera línea de presentación.
El autor: Nació en Kabul en 1965. Hijo de diplomático y profesora, sus padres pidieron asilo político en Estados Unidos en 1980, un año después de que los rusos invadieran Afganistán. Se licenció en Medicina y escribió "Cometas en el cielo" compaginando su vocación con el ejercicio de su profesión. En 2006, fue nombrado Enviado Especial de ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.