23 noviembre 2006

Josep Pla

Viaje en autobús
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Las fondas
(fragmento)
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LLego a un pueblo a la hora meridiana y me dirijo a la fonda. Subo a la habitación, dejo la maleta, me arreglo un poco y bajo al comedor. El acto de entrar en un comedor de fonda me hace pensar siempre en Stendhal. Veo siempre a ese hombre bajito y rechoncho entrando con un aire un poco petulante en uno de estos locales tan ricos en humanidad y de tradición y -a menudo - tan pobres de comida y bebida.
Hace dieciocho o veinte años, en las fondas de los pueblos monopolizaban el predicamento público los viajantes de comercio. Eran los que pagaban menos y los que podían pronunciar más discursos con una más asegurada impunidad. Apoyados en la admiración que producían, los manjares más delicados gravitaban indefectiblemente sobre sus mesas. Eran peligrosos y quedarse sin comida en una mesa de viajantes de comercio era deprimente y, si uno se descuidaba, casi seguro. Aparte de esto, yo siento una gran sinpatía por los viajantes. Estos hombres modestos y parlanchines han creado la prosperidad de las naciones y el bienestar de los pueblos. Stendhal se hacía pasar por viajante de comercio. Las mesas redondas le aseguraban un público que escuchaba, más o menos, sus exabruptos anticlericales y su fraseología volteriana. Ante una mesa redonda, Stendhal perdía los estribos y aparecía el hombre escondido detrás de la máscara del dandismo: un hombre de una insondable ingenuidad.
Los viajantes van entrando en la paleontología. Su historia irá unida a la época de más grande bienestar y prosperidad que ha conocido el globo terráqueo.

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